Macrobio (1,19, 5), un autor que vivió a finales del Bajo Imperio, menciona al dios Neto, divinidad indígena que se asimila a Marte entre los accitanos (Guadix, Granada). Los galaicos examinaban como algo divino el fuego y el vuelo de las aves, y escudriñaban las entrañas de las víctimas, según el poeta latino Silio Itálico, que escribe a finales del siglo I.
Entre los pueblos del norte de Hispania un rito adivinatorio consistía en arrojar hachas a las aguas e interpretar las ondas que producían, según Suetonio (Galba, 8, 3), y también entre los cántabros, en unas fuentes intermitentes, según Plinio (33, 23-24). La opinión de Plinio sobre Hispania es autorizada pues conocía el territorio de primera mano cuando fue procurador en la Tarraconense a comienzos de la época flavia.
Las dos principales fuentes para el conocimiento de la religión céltica en Hispania son la epigrafía, que recoge multitud de teónimos indígenas, y la arqueología.
La religión celta en Hispania no se diferencia sustancialmente de la que practican los celtas en otras regiones de Europa. Sí se distinguen en la ausencia generalizada de imágenes de dioses, que, por contra, son muy frecuentes en la Galia, y que dioses como Epona o Cernunnos, muy venerados en esta última, son prácticamente desconocidos en Hispania. Tampoco hay en Hispania alusiones al sacerdocio celta; en cambio los druidas en Galia y en Britania desempeñaron un papel muy importante entre los pueblos celtas, no sólo de tipo religioso sino también político. En la Hispania celta no existe ni un solo testimonio relativo a los druidas.
EL PANTEÓN CELTA HISPANO
Como se ha indicado, casi la totalidad de los dioses celtas hispanos se conocen por las inscripciones redactadas en lengua latina, datadas todas ellas, pues, en época de la dominación romana. El citado geógrafo griego Estrabón C3, 4, 16) escribió: ..Algunos dicen que los galaicos son ateos, y que los celtíberos y sus vecinos del norte rinden culto a un dios sin nombre danzando durante la noche a las puertas de sus casas, durante los plenilunios., texto que no hay que interpretar como que los galaicos no tuvieran dioses, ya que los teónimos conocidos por la epigrafía del noroeste hispano son numerosos, sino en el sentido de que eran divinidades totalmente diferentes a los dioses conocidos por los griegos. La divinidad mencionada en este párrafo sería la Luna, según la mayoría de los autores. Algún investigador ha propuesto que ese dios era el Dis Pater del que descendían los galos, según César (BG6, 18). En el área del noroeste se han documentado rituales relacionados con la Luna, que han pervivido hasta el siglo XIX.
Según el texto de Tito Livio antes citado, Marte era el primer dios considerado el principal dios del panteón hispano. Aparece citado en una decena de inscripciones acompañado de epítetos indígenas, como el Mars Borus de Monte Santo, Idanha a Nova, Beira Baixa y Castelo Branco (Portugal); Mars Sagatus (Astorga, León); Mars Tilenus (Los Villares, León); Mars Tarbucellis (Montariol, Braga), Mars Cariociecus (Tuy, Pontevedra); Mars Semmo Cosus (Denia, Alicante). Marte se relaciona con el toro en una figura del dios hallada en los Pirineos, en la que sobre la coraza se encuentra un toro, y un casco con cuernos de toro. El Marte indígena no sólo tenía un carácter guerrero sino también un carácter tópico y solar. El Ares venerado por los pueblos del norte sería Tileno. El dios de la guerra podría ser interpretado como protector de un pueblo determinado o de un territorio.
Lugus es el dios pancelta por antonomasia. Se le ha considerado el Mercurio galorromano (Caes. BG. 6, 17) con un carácter polifuncional. En la Celtiberia, en el santuario de Peñalba de Villastar (Teruel), hay una inscripción latina fechada generalmente en el siglo I a.C., en la que se alude a una fiesta de campos dedicada a Lugus. A este dios se consagran unas inscripciones en Lugo, y posiblemente entre los cántabros vadinienses. Con el dios celta Lugus se relacionan diversos antropónimos, topónimos y nombres étnicos.
La triada del panteón celta cantada por Lucano (Phars. 1, 444 ss.) la forman Teutates, Esus y Taranis. No aparece en las inscripciones hispanas, si bien se barruntan en algunos topónimos.
Los teónimos panceltas son frecuentemente de carácter acuático. El agua desempeña un papel importante entre los celtas. En Hispania se ha descubierto un depósito votivo en Garvão (Portugal), del siglo III. Dos inscripciones de Caldas de Vizella (Portugal) mencionan al dios de carácter termal Bormanicus que toma diferentes nombres en Hispania. Diosas relacionadas con las aguas son Covetena, de Lugo; Deva, de Cabra (Córdoba); y las Nimphae Lupianae de Guimarães (Portugal).
Las Matres fueron muy veneradas entre los celtas de fuera de Hispania, y también dentro, donde se conservan unos quince testimonios en Celtiberia o sus aledaños.
Epona fue una diosa celta vinculada con los caballos, muy venerada en toda la Céltica europea, principalmente en Galia. En Hispania han aparecido tan sólo tres menciones a ella, en sendas inscripciones encontradas en Lara de los Infantes (Burgos), Sigüenza (Guadalajara) y Monte Bernorio (Palencia), y a ella hay que atribuir dos figuras, en Albaina y en Marquínez (Álava).
OTROS TEÓNIMOS CELTAS
Otros teónimos, en distintas áreas de Hispania, están relacionados con la lengua celta, como el citado Neto de los accitanos, atestiguado en Condeixa-a-Velha (Portugal) y en Trujillo (Cáceres), y en el bronce de Botorrita (Zaragoza). El Tokoitos de este mismo bronce se corresponde con distintos antropónimos y teónimos, y aparece en el monumento rupestre de Braga, donde se cita a Tongae Nabiagoi.Un grupo característico del área lusitano-galaica está formado por Bandua, Cosus, Nabia y Reve. Por su parte, Bandua, que cuenta con una treintena de inscripciones, tiene probablemente un carácter acuático. En una pátera de la Beira Alta se la identifica iconográficamente con Tutela. Una prueba de la extensión del culto a las aguas es la frecuencia con que aparecen inscripciones dedicadas a las Ninfas. El lugar de aparición correspondería con los santuarios o lugares consagrados a su culto: las Nimphae Ameucni, en León; Aquae Eleteses, en el balneario de Retortillo (Salamanca); Nimphae Tanitacuae, en Baños de Molgar (Orense); Nimphae Varcilenae, en Valtierra, a 20 km de Alcalá de Henares; Nimphae Caparenses, en un balneario de aguas termales con ninfeo, en Montemayor (Cáceres); Genius Fontis Agineesis, en un manantial de agua medicinales de Boñar (León).
Una veintena de inscripciones están consagradas al dios Cosus, dios de carácter guerrero. A Nabia se levantan una veintena de inscripciones que se concentran en el Conventus Bracarensis y en la provincia de Cáceres. La mayoría de los autores relacionan a esta diosa con el mundo de las aguas. Es la divinidad femenina más importante del santuario portugués de Marecos (Oporto). parece tener también una función tutelar. Reve cuenta con nueve inscripciones procedentes del área orensana y de la Beira Baja portuguesa.
Al horizonte céltico pueden adscribirse las dos deidades más importantes no romanas de Hispania, es decir, Endovellicus y Ataecina. El primero cuenta con 85 inscripciones dedicadas en el santuario de São Miguel da Mota, en el Alto Alentejo. Su culto se extendía en el territorio mediante entre los ríos Sado y Guadiana hasta Huelva. Sus devotos pertenecían a todas las capas sociales. De él se conservan tres cabezas. Endovellicus era un dios de carácter oracular e infernal. Se cantaban himnos en su honor.
En el santuario de Postoloboso (Ávila) se tributaba culto a Vaelicus, del que se conservan una veintena de inscripciones. Era un dios vinculado con el lobo, y por lo tanto de carácter infernal, como el Sucellus galo, del que han aparecido varias figuritas en Hispania.
Ataecina era una diosa venerada por la región regada por el Guadiana, si bien recibió culto en otras áreas más apartadas. Su santuario se encontraba en El Trampal (Cáceres), donde han aparecido doce inscripciones. Se piensa que su culto procedía de Turóbriga, en la Beturia Céltica (Plin. N.H 3,14). Era una deidad de carácter infernal y su «celtismo» no es seguro. Se asimilaba a Proserpina, de ahí que se le atribuyan también funciones agrarias. Los devotos eran de muy diferente procedencia social.
Trebaruna era una divinidad venerada en la provincia de Cáceres y en la Beturia portuguesa. Se ha pensado que fuese deidad protectora de la casa o de carácter guerrero, asimilada a la romana Victoria, o protectora del hábitat de las tribus.
Una veintena de inscripciones están dedicadas a los Lares Viales, cuyo carácter céltico han señalado algunas investigaciones. Los Lares protegían el hogar y los caminos, principalmente las encrucijadas, si es que tienen las mismas atribuciones que los Lares romanos. Se cree que su culto fue introducido por los romanos, si bien la esencia de estos dioses parece indígena. A veces las inscripciones dedicadas a los Lares van acompañados de epítetos indudablemente indígenas. Su culto se extendía por las regiones portuguesas del Duero, el litoral, la cuenca del Miño, las Beiras y Trasos-Montes, así como por las provincias españolas de Orense y Cáceres. A veces el epíteto indica, identificándolos, a un grupo humano, como el caso de los Lares Gallaecorum, Lares Gapeticorum Gentilitatis, Lares Lucanci Dovilonicorum.
Un gran número de teónimos hispanos, principalmente del noroeste y oeste de la Península, aluden a topónimos o a nombres de tribus o pueblos, fenómeno detectado en la Céltica, como Durbedicus, de Ronfe (Guimarães, Portugal), deidad de carácter acuático, y Tameobrigus, en la confluencia de los ríos Támega y Duero. El mismo carácter acuático tendrían Arentius y Arentia en la Beira Baja, Aracus Aramoecus en Cascais (Portugal), y Arescus en Alcolea del Río (Sevilla).
La mayoría de los nombres de dioses indígenas aparecen una sola vez, como Deo Bodo, dios guerrero de Villadelpalos (Carracedelo, León); Rego, rey de una inscripción de Lugo, que sería una deidad suprema en el panteón celta hispano; Cabuniaeginus (Monte Cildá, Palencia); Vacocaburius, de Astorga (León), de carácter protector, al igual que Tondopalandaigae de Talaván (Cáceres), y Cromgin Toudadigoede Morteiro Rubeira (Orense). Otras deidades se relacionan con las montañas, como Candeberonius Caeduradius de Vila Nova da Mares (Braga); I.O.M. Candiedo, de Galicia, o Iupiter Candamius, del convento astur. Serían dioses de las montañas asimilados al Júpiter romano. Dioses igualmente relacionados con las montañas son Durcetius, de una inscripción de San Millán de la Cogolla (La Rioja); Albocelus (Vila Real, Portugal) y Albocus (Alongos, Orense); Vestius Aloniecus, dios venerado en Lourizán (Pontevedra), cuya imagen es de varón barbudo, con cuernos, los brazos extendidos y dos grandes manos. Se ha interpretado esta figura como imagen de un dios asociado al toro o a una deidad de tipo ctónico y astral. Otras imágenes de dioses célticos con cuernos han aparecido en Riotinto (Huelva) y en el Llano de Candelario (Salamanca).
No es totalmente aconsejable reunir los teónimos hispanos en razón de la ideología trifuncional. Tampoco el sentido de sus funciones se deduce claramente de su etimología. Muchos teónimos hispanos recuerdan a los de la Céltica. Se han agrupado los teónimos hispanos en cuatro niveles:
1. Los teónimos documentados en otras áreas de la Céltica, como las Matres, Epona, Lugus o el Marte indígena.
2. Deidades de otras áreas de la Península Ibérica no propiamente indoeuropea.
3. Dioses del área galaico-lusitana.
4. Dioses locales.
SANTUARIOS
No se han descubierto hasta la fecha actual templos fechados con anterioridad a la romanización. Se conocen santuarios al aire libre. En la Céltica, al santuario se le llama nemeton, .bosque sagrado. o área donde se celebraban los rituales y ceremonias. Otras veces el santuario ocupaba la cima de una montaña o se elegía un lugar próximo al agua. Siempre era el lugar donde los hombres se comunicaban con los dioses y simbolizaba el centro. El poeta Marcial (4, 55, 23) menciona un robledal sagrado en Buradón. San Braulio ( Vita S. Emil. , 4) cita el sagrado Dercetio. Rituales relacionados con los bosques y árboles eran frecuentes en la Hispania céltica. Martín Dumiense (De correctione rusticorum, 16) prohíbe encender velas junto a los peñascos, a los árboles y a las fuentes, así como en las encrucijadas de los caminos.
Justino (Epit. Hist. Phil. 44, 3, 6) recuerda un dato tomado de Trogo Pompeyo (que escribe en época de Augusto) alusivo a un monte sagrado de Galicia en el que no se podía sacar oro con instrumentos de hierro. En Ulaca (Solosancho, Ávila) se construyó un gran santuario escalonado sobre un cerro que domina el río Amblés. Igualmente se conocen santuarios subterráneos como el de la Cueva de la Griega en Pedraza (Segovia), donde se veneraba a una deidad indígena de nombre Nemedus Augustus. El santuario hispano más famoso al aire libre, excavado en la roca, es el de Panóias (Portugal), construido en dos plataformas comunicadas por una rampa y una escalera, con depósitos tallados en la roca destinados a recoger, según las inscripciones, las entrañas y la sangre de las víctimas. El santuario, fechado a comienzos del siglo III d.C., estaba consagrado a los dioses y diosas, a todos los númenes de los Lapitas, a Plutón y Proserpina, a Serapis, al Destino y a los misterios. Había un templo y unos estanques, donde se quemaban las carnes de las víctimas. Las inscripciones mencionan los rituales. Santuarios semejantes se conocen en diferentes pueblos del noroeste hispánico, como los de Castelo do Mau Vizinho (Portugal), con 30 cavidades y canalillos para la circulación de los líquidos; Pias dos Mouros, Valpaços, Nogueira (Resende) y el de Vilar de Perdizes (Portugal), dedicado a Laroucus, con altar tallado en la roca junto a una fuente y con inscripción. Un santuario al aire libre es el citado de Peñalba de Villastar. En el recinto, de planta rectangular, de Tomadizos (Ávila), se hallaron más de 20 verracos. Se ha atribuido una función ritual a cierto monumento del castro de Ulaca, donde se celebrarían ritos iniciáticos de cofradías de jóvenes guerreros, en los que el agua desempeñaba un papel importante.
SACRIFICIOS HUMANOS
Ya se ha aludido a los sacrificios humanos de los pueblos del norte en honor de una deidad indígena identificada con el Ares griego. Los bletonenses de las proximidades de Salamanca firmaban sus pactos con el sacrificio de un hombre y de un caballo (Plut. Quaest. Rom. 83). La adivinación practicada por los lusitanos requería también sacrificios humanos. Estos sacrificios de los pueblos del norte tienen paralelos en la Céltica (Caes. BG, 6, 16; Diod. S, 32).
SACRIFICIOS DE ANIMALES
Varias inscripciones mencionan sacrificios de animales. En la de Cabeço das Fraguas (Portugal) se lee: «Una oveja para Trebopala y un cerdo para Laebo [...], una oveja de un año para Trebaruna y un toro semental para Reve». Se trata de un suovetaurilium, o sea, un sacrificio de una oveja, un cerdo y un toro en una misma ceremonia, que se hacía en Roma para la purificación de los campos.
La inscripción de Marecos (Oporto) cita los sacrificios de una vaca, un buey, un cordero, un becerro o de una ternera en honor de la virgen conservadora, de la Ninfa de los Danigos, y de Nabia Corona. El epígrafe se data el 9 de abril del año 147. Se trata de un ritual anual celebrado en una casa, con intervención de unos curatores que procederían de la aristocracia. El lugar es un santuario local de carácter sincretístico. En una de las inscripciones de Panoias se describe un ritual consistente en la inmolación de víctimas y quemar luego las entrañas en depósitos cuadrados, así como en recoger la sangre en cubetas. Se trata de ofrendas expiatorias a los dioses. La confirmación arqueológica de estos rituales son tres bronces votivos del Instituto de Valencia de Don Juan, de Madrid, de Castelo Moreira (Portugal) y el carro de Costa Figueira (Portugal). En el primero se representa un cordero, un cerdo y un lechón, animales a sacrificar, con un gran caldero y dos hombres, uno de ellos con torques ceñido al cuello, y un segundo también con torques portando un cuchillo. También hay un gallo y un osezno. La escena se encuentra sobre una plancha metálica acabada en cabeza de toro. Una escena parecida se representa en el bronce de Castelo Moreira.
En el carro de Costa Figueira la caja es una serpiente terminada en yunta de bueyes. Sobre la serpiente se sitúan siete personas, una dispuesta a sacrificar una cabra. La presencia de toros en estos tres bronces se han relacionado con la sacralidad de los toros descendientes de los que Heracles regaló a un reyezuelo ibero (Diod. 4, 18, 2). Sacrificios de animales se mencionan también en las fuentes literarias. En el año 147 a.C, los habitantes de Segóbriga (Cuenca) celebraban un sacrificio cuando Viriato entró en la ciudad (Front. 3, 2, 5). Huesos de animales (suidos y bóvidos) sacrificados se han encontrado en algunos depósitos como los de Garvão o en Tras-os-Montes.
En los sacrificios de animales se consumía parte de las carnes de la víctimas. Los cántabros concanos bebían la sangre de los caballos sacrificados (Hor. Od. 3, 4; 34; Sil.It. 3, 357 ss.).
BANQUETES SAGRADOS
En el centro del castro de Castejón de Capote (Badajoz), en la Beturia céltica, se ha descubierto una estancia abierta hacia la calle central, con el suelo realzado, con mesa de culto y banco corrido adosado a las paredes. La estancia estaba llena de huesos calcinado o quemados, de asadores, de cuchillos y de una parrilla, carbones y fragmentos de cerámica, de la primera mitad del siglo II a.C. Las víctimas -cerdos, ovejas y cabras, asnos, vacas y ciervos- sacrificadas en el altar eran descuartizadas y cortadas. En este lugar se celebraban banquetes colectivos. En los bancos laterales se sentarían los comensales. La existencia de comidas rituales colectivas entre los pueblos del norte está bien documentada por Estrabón (3, 3, 7), el cual escribe: «Beben cerveza y el vino, que escasea, cuando lo obtienen, se consume enseguida en los grandes festines familiares [...]; comen sentados en bancos adosados a las paredes, alineándose en ellos según las edades y dignidad. Los alimentos los circulan de mano en mano; mientras beben, danzan los hombres al son de trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión.. Se ha pensado que estos banquetes tuvieron un carácter cultual.
LUCHAS RITUALES
Estrabón, poco después de referirse a los sacrificios en honor de Ares, afirma: «Practican luchas gímnicas, hoplíticas e hípicas, ejercitándose en el pugilato, la carrera, las escaramuzas y las batallas campales», que podrían tener igualmente un carácter ritual en honor de Ares.
Los depósitos de El Amarejo y de Garvão, Alhonoz o de lllescas, con banco decorado con relieves, o de Peña Negra, se han interpretado como restos de banquetes rituales documentados en la Celtiberia.
DANZAS
En las cerámicas de Numancia ( Garray , Soria) se representan muy probablemente danzas o carreras vinculadas con el culto al toro. En dos pinturas de vasos, un hombre corre con los brazos enfundados en cuernos de toro. En esta ciudad, el toro se asocia con los astros, ya que las representaciones de toros sobre la cerámica van cubiertas de signos astrales.
SACERDOCIO
Ninguna fuente literaria referente a los pueblos de la Hispania Antigua menciona a los sacerdotes, como ya se ha indicado, al contrario que en la Galia, donde existía un sacerdocio bien organizado, con funciones educadoras y juñdicas (Caes. BG. 6,13-14). Varios autores han defendido su inexistencia entre las poblaciones hispanas. Otros, en cambio, la admiten, teniendo en cuenta el texto estraboniano acerca de la adivinación lusitana, donde el término usado por el geógrafo, hieroskópos, designa al encargado de examinar las víctimas humanas y tiene correspondiente con el sacerdote encargado de la adivinación entre los griegos y romanos. En la inscripción de Peñalba de Villastar, según algún filólogo, se menciona al sacerdote. En el bronce de Luzaga (Sigüenza, Guadalajara) un individuo, al parecer, tenía funciones sacerdotales. En la cara B del bronce de Botorrita (Zaragoza), los 14 individuos mencionados se han interpretado como sacerdotes.
Las funciones judiciarias atribuidas a los druidas galos parece que pueden atribuirse también a los personajes citados en los bronces de Luzaga y de Botorrita. Se ha pensado que el caudillo numantino Olíndico (Flor. 1,33, 13-14; Liv. Per. 43), que recibió de los dioses una lanza de plata, tuviese un carácter sagrado y no fuera un simple jefe carismático. En el santuario de Endovellicus debía actuar un sacerdocio bien organizado, dada la importancia del santuario.
LA DEVOTIO
La consagración a determinados jefes militares, en la que hacían voto de morir por ellos, era típica de los celtíberos (Sal. Hist. 1, 125; Val. Máx. 2,6, 16; Plut. Sert. 14, 5-6), pero no es exclusiva de las poblaciones célticas de Hispania, pues se documenta también en la Galia (Caes. BG. 3,22), en Germania (Tac. Germ. 13, 2-4) y en la Roma arcaica (Liv. 8, 9). La devotio entre los iberos era un ritual religioso de carácter guerrero. Plutarco (Sert. 14) describe bien cómo funcionaba este lazo sagrado: «Era costumbre entre los hispanos que los que seguían más de cerca al general perecieran con él si moría. A esto aquellos bárbaros lo llaman consagración; al Iado de los restantes generales se colocaban algunos de sus asistentes y amigos, pero a Sertorio le seguían muchos millares de hombres resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así, se dice que al retirarse a una ciudad, teniendo ya a sus enemigos cerca, los hispanos, arriesgando sus propias vidas, salvaron a Sertorio tomándole sobre sus hombros y pasándole así de uno en uno hasta ponerlo encima de los muros, y luego que salvaron al general, se alejaron».
Un caso muy probable de devotio ibérica fue el asedio y destrucción de Calagurris (Calahorra) a la muerte de Sertorio: «La macabra obstinación de los numantinos fue superada en un caso semejante por la execrable impiedad de los habitantes de Calagurris, los cuales, para ser por más tiempo fieles a las cenizas del difunto Sertorio, frustraron el asedio de Gneo Pompeyo. En vista de que no quedaba ya ningún animal en la ciudad, convirtieron en nefanda comida a sus mujeres e hijos y para que su juventud en armas pudiese alimentarse por más tiempo de sus propias vísceras, no dudaron en poner en sal los infelices restos de los cadáveres». (Val. Máx. 7, 6).
RITOS DE INICIACIÓN
Últimamente se han interpretado las frecuentes razzias de lusitanos y de celtiberos en otros territorios como una prueba de ritos de iniciación de la juventud. Sin negar la existencia de estos ritos entre los pueblos hispanos, los escritores antiguos dejan muy claro que obedecían a causas econÓmicas o a la falta de tierras (App. lber. 43, 61).
LA HEROlZACIÓN
Los jinetes celtíberos rodeados de escudos, alusivos al número de los enemigos muertos en la guerra, de las perdidas estelas de Clunia (Burgos) o de la de Lougesterico, están posiblemente heroizados, al igual que los individuos entronizados de las esculturas de Lanbroso (Orense) o en el monumento de Sant Martí Sarroca (Barcelona), con tres cabezas en el lateral.
Las 25 esculturas de guerreros encontrados entre el Duero y el Miño, fechados entre los siglos II y I a.C., están muy probablemente heroizados. Algunas han aparecido a la entrada de los poblados, lo que parece indicar que se trata de un culto a los antepasados. Las esculturas podrían referirse a los príncipes o a simples soldados.
RITUALES FUNERARIOS
El ritual fúnebre de los celtas hispanos era la cremación del cadáver. Pero era típico de los celtíberos (Sil.It. 3,340-343) y de los vacceos (Eliano, De de nat. animal. 10, 22) exponer al aire libre los cadáveres de los guerreros muertos para que fueran devorados por los buitres. Este ritual funerario tiene ilustración en dos fragmentos cerámicos de Numancia y en algunas estelas, como las de Binéfar (Huesca), El Palao (Teruel), Zurita (Zaragoza) y en un grupo escultórico de Obulco (Jaén). Estos documentos arqueológicos y literarios prueban la creencia en la inmortalidad de los celtas hispanos, como sucede igualmente en el resto de la Céltica. También indica una concepción astral de la ultratumba, bien documentada entre los celtas de la Meseta hispana, en las estelas llenas de simbología astral, donde la Luna, el Sol, y los planetas tienen un rol importante. Una concepción diferente de la ultratumba indica la diadema áurea de Mones (Asturias), hallada en el territorio de los galaicos lugones. La técnica de fabricación es el estampillado. Se fecha hacia los siglos II y I a.C. El fondo es un espacio acuático, simulado por líneas de puntos; unas figuras ornitomorfas transportan calderos. Están representados infantes y jinetes, con cuernos de ciervo o cascos de tres penachos en la cabeza y con torques, armados con caetrae, espadas cortas y lanzas. También hay perros, peces y aves acuáticas. Las escenas simbolizarían la heroización ecuestre y el paso a la ultratumba a través del agua.
Las esculturas de toros y de cerdos, llamados verracos, son de carácter funerario. Este mismo carácter tienen las representaciones de toros en las estelas de la Meseta, en la cuales el banquete, la caza y la guerra tienen carácter fúnebre, al igual que en Obulco y en el mundo clásico mediterráneo.
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