En los tiempos del Anticristo, el señorío del demonio será tremendo. Los que permanecerán fieles serán los que «no se ensuciaron con mujeres» (Ap 14, 4), es decir, con la Mujer, la Ramera –la nueva religión del mundo–. Hombres límpidos, «en cuya boca no se encontró mentira» (Ap 14, 5), hombres lúcidos y valientes, verdaderos baluartes en medio de un huracán, acosados por la traición y el espionaje.
En las novelas Su Majestad Dulcinea y Juan XXIII (XXIV), Castellani los imagina cual «guerreros de Cristo», nueva Caballería, al modo de las antiguas Órdenes religioso-militares; los «cristóbales», los llama, «la resurrección de Don Quijote». Sean «combatientes», sean «pacientes», poco les será concedido.
Verán el Templo hollado por los impíos, verán cómo la jerarquía del Pseudoprofeta –mercenarios en vez de pastores– enseña una religión nueva –gnóstica, sincrética y contraria a la moral–.
El Apocalipsis según Castellani, del sacerdote Alejandro Sáenz.
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