Esta espada es frecuente en el nordeste peninsular y más rara cuanto más al sur. Procede también de modelos transpirenaicos, desde donde llegaría en el siglo IV a.c. a la Península Ibérica.
Se trata de un arma de hoja recta de dos filos paralelos, bastante más larga que las espadas anteriores. En la Galia evoluciona durante los siglos III y II a.c. desde los modelos de la Tène I, con hojas entre 41 y 76 cm hasta los de la Tène III con hojas de hasta 90 cm. Este arma fue muy frecuente en el nordeste peninsular, pero también en la Meseta, donde sufre una serie de modificaciones que afectan principalmente al sistema de enganche, ya que se le añaden sendas argollas para llevarla colgada en horizontal de un tahalí que cruzaba el pecho, en vez de vertical, como era normal en los pueblos nórdicos. El sistema de argollas usado por los celtíberos era mucho más práctico.
Espada la Tène
Todos hemos oído hablar alguna vez de la temible espada que lis itálicos adoptaron tras conocer sus virtudes en las campañas en Hispania durante la Segunda Guerra Púnica pero, hasta hace muy pocos años nadie sabía cómo era realmente esa famosa espada.
Durante mucho tiempo se buscó entre las espadas hispanas un candidato apropiado como origen de la espada romana sin resultados satisfactorios. Las espadas romanas antiguas conocidas, muy parecidas a los modelos griegos, eran cortas y punzantes, lo mismo que las tardías, también puntiagudas y aún más cortas, aunque pudieran ser usadas así mismo para golpear de filo; pero nos faltaba el modelo intermedio, precisamente el "gladius hispaniensis", para poder compararlo con las armas indígenas y así tratar de encontrar el modelo del cual derivó.
Al buscar entre las espadas hispanas las principales candidatas eran las espadas de frontón y las de antenas atrofiadas, aunque las dudas seguían pesando más que las certezas ya que, por una parte, las espadas de frontón casi habían desaparecido a finales del siglo II a.C. que es cuando se supone que este gladius fue adoptado, mientras que las espadas de antenas atrofiadas parecían demasiado cortas para haberlas tomado como modelo.
Algunos, en un intento de demostras la cuadratura del círculo, se empeñaron incluso en señalar la falcata, cuando era evidente que esa espada curva difícilmente podía haber sido origen de otra recta.
Empezando por arriba se muestra la espada de antenas celta, abajo la de frontón.
Como decimos, el problema principal era que no se conocían ejemplares reales del gladius romano original, más allá de alguna representación artística, siempre dudosa. Aunque parezca increíble no se tenían identificadas con certeza espadas romanas tardorrepublicanas, con lo que no había nada con lo que comparar las espadas hispanas. Afortunadamente esto ha cambiado en los últimos años, ya que se han encontrado diversos gladius hispaniensis datados entre el siglo II y I a.C. tanto en España como en Francia y otros lugares del mediterráneo. Ahora sabemos que se trata de armas de doble filo y hoja recta de 60/70 cm, con filos paralelos o ligeramente pistiliformes que acaban en una punta aguda. La empuñadura era de espiga y la vaina de cuero o madera. El arma se llevaría colgada en bandolera de una tira de cuero que se sujetaba a la funda por unas argollas laterales.
Al disponer ejemplares del arma romana ya se ha podido buscar el candidato hispano con una mayor seguridad, y todas las pistas apuntan hacia las espadas celtibéricas evolucionadas a partir de modelos de la Tène I, ya que coinciden prácticamente en todo: tipo y longitud de hoja, empuñadura de espiga, vaina de madera/cuero ribeteada e incluso sistema de sujeción.
Fuente: Los íberos y la guerra, Benjamín Collado Hinarejos