domingo, 15 de noviembre de 2015

No somos medio moros. Genética de la raza mediterránea española


¿Somos medio moros?¿Hay razas en España?
Dos mitos interesados de distintos frentes que la ciencia ha tirado abajo. Como sabemos una raza no se diferencia de otra solo por el color de piel, de hecho el color de piel es una de las características menos importantes ya que ésta cambia bastante dependiendo de la luz solar que reciba, en cambio las formas craneales, musculares, óseas, las facciones de la cara, incluso el comportamiento y la actitud o los valores culturales, son lo que definen a una raza. En las últimas décadas se ha profundizado en el conocimiento genético y gracias a esto, sabemos mucho más que antes sobre las diferentes razas humanas, ya no hay lugar para los tópicos y las mentiras interesadas en imponer una falsa visión de la historia y de la humanidad.

Adjunto un par de estudios en PDF que describo brevemente:

Estudio 1.
Fuente: Unitat de Biologia Evolutiva, Facultat de Ciències de la Salut i de la Vida, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona; Stanford DNA Sequencing
and Technology Center, Palo Alto, CA; and Department of Genetics, Stanford University, Stanford, CA.
Idioma: Inglés
Resumen (traduzco):
"Finalmente, el flujo bidireccional a través del Estrecho de Gibraltar ha sido delimitado: la contribución genética de cromosomas Y europeos al mapa genético del Noroeste africano es aproximadamente de un 4%, y las poblaciones del Noroeste africano han aportado un 7% de los cromosomas Y ibéricos. El gobierno islámico de España, el cual empezó en el 711 D.C. y depués de casi 8 siglos, ha dejado sólamente una mínima aportación al actual mapa genético de cromosomas Y ibéricos.".


Estudio 2.
Fuente: Unitat de Biologia Evolutiva, Facultat de Ciències de la Salut i de la Vida,
Universitat Pompeu Fabra, Barcelona
Genetics Department, Leicester University, UK
Göttingen Genomics Laboratory, Universidad de Göttingen, Alemania
Idioma: Castellano.
Resumen: Se han analizado 44 polimorfismos bialélicos del cromosoma Y (suficientes para situar cada cromosoma en una rama terminal de en un árbol filogenético obtenido
con más de 150 polimorfismos) en siete muestras poblacionales del NO de África y la Península Ibérica. Los resultados muestran una gran homogeneidad dentro de cada una de ambas regiones, pero una gran disparidad entre ellas. El análisis filogeográfico permite reconocer varias contribuciones en los linajes patrilineales. Así, hemos reconocido un sustrato preneolítico específico del norte de África, con ulteriores aportaciones medioorientales, subsaharianas y europeas, mientras que en la Península se observa un sustrato paleolítico europeo, y contribuciones neolíticas y norteafricanas.

Resultados: Se tiparon un total de 273 individuos, que presentaron un total de 15 haplotipos distintos (Bosch et al., 2001). Un 63,6 % de los cromosomas Y magrebíes eran portadores del haplotipo 36 (H36), que registró una frecuencia del 3,1 % en la Península. Recíprocamente, los cromosomas ibéricos portaban mayoritariamente los haplotipos H104 (55,7 %), H103 (11,4 %) y H102 (8,2 %), que conjuntamente alcanzaron una frecuencia de 2,8 % en magrebíes. Según AMOVA, el porcentaje de la variancia genética explicada por la diferencia entre las poblaciones magrebíes fue del 0,8 % (p=0,169), y entre las tres poblaciones ibéricas, fue del 2 %(p=0,08). En cambio, las diferencias entre magrebíes e ibéricos explicaban el 35,2 % de la variabilidad genética total (p=0,032). Por lo tanto, no existen diferencias genéticas significativas entre las poblaciones magrebíes analizadas o entre las poblaciones ibéricas, pero las diferencias entre magrebíes e ibéricos son extremadamente acusadas.

Por otra parte analizando los haplogrupos Y-DNA se puede ver claramente que la población española en su conjunto no tiene similitud alguna con los haplogrupos que dominan en el Magreb. 


Se puede observar que el único haplogrupo propio del Magreb que tenemos en común de forma residual es el E3b2 (también conocidos como E1b1b1b o M-81).
El E3b1 (azul marino) que aparece en la península, corresponde a una rama del E1b1b1a1 (M-78) europeo bautizada como E-V13, el cual no se encuentra en poblaciones del Magreb.
Resultado de imagen

Estos estudios demuestran el origen totalmente europeo de la población española, el cual desmonta a la vez varios mitos, como el de que los íberos eran de origen africano o el famoso mito del "mestizaje moro" durante la ocupación islámica de la península.

Realmente el mito del mestizaje se desmoronaba por si solo sin la necesidad de estudios genéticos, ya que en la invasión islámica de la península ibérica el único peligro de mestizaje que pudo haber existido se basa en que se utilizaron miles de soldados bereberes (que por cierto muchos eran de origen caucásico blanco) y soldados árabes en menor cantidad para su conquista, pero se conoce por la historiografia islámica que al finalizar la contienda la mayoría volvieron a África para atender otras contiendas militares, con lo cual el mestizaje fué residual, aunque de todas maneras si estos soldados se hubiesen quedado en España el mestizaje habría sido mínimo y de consecuencias ridículas para el sustrato racial de la península. Por otro lado la gran mayoría de los "moros" que habitaron la península durante los 7 siglos de ocupación eran en realidad españoles convertidos al islam e incluso gran parte de los jerarcas islámicos eran de origen europeo, ya que eran descendientes de esos suevos vándalos y alanos que unos pocos siglos antes abandonaron la península al ser expulsados por los godos.



Parte de la información de este artículo ha sido extraída del foro Hispanismo.org

martes, 10 de noviembre de 2015

Sol Invictus



Sol Invictus ("Sol Invencible") era el dios del sol oficial del Imperio Romano tardío. En 274 el emperador romano Aureliano hizo un culto oficial, junto con los cultos romanos tradicionales. El dios se vio favorecido por los emperadores Aureliano y después apareció en las monedas hasta Constantino. La última inscripción se refiere a Sol Invictus data de 387 dC y no había suficientes devotos en el siglo quinto y Agustín consideró necesario para predicar en contra de ellos. Se tiene la opinión de que el 25 de diciembre la fecha de la Navidad fue seleccionado para corresponder con el festival romano de Dies Natalis Solis Invicti o "Nacimiento del Sol Invicto". pero la investigación revela que la fiesta de Navidad fue instituido mucho antes de que Sol Invictus, y que la elección de la fecha se basaba en el máximo de nueve meses después de la fiesta de la Anunciación, 25 de marzo

Invictus (invicto) era un epíteto utilizado para diversas divinidades romanas en el Imperio Romano. En el calendario romano de principios del Imperio éstos incluyen Júpiter Invictus Invictus y Marte. Fue en el uso de la República tardía y durante todo el periodo imperial para una variedad de deidades, como Hércules, Apolo y Silvano, y por lo tanto una forma bien establecida cuando se aplica a Mitra por los devotos romanos a partir del siglo 2 º . Tiene una clara asociación con deidades solares y el monismo solar, como tal, se convirtió en el epíteto preferido de Sol tradicional de Roma y la novela, de corta duración culto estatal romano Heliogábalo, una deidad Emesan solar que dirigió panteón oficial de Roma bajo el emperador del mismo nombre.

El uso más antiguo fechado del Sol Invicto se encuentra en una dedicación por parte de Roma, el año 158, aunque existen referencias más antiguas como la siguiente, fechada estilísticamente para el siglo segundo, se inscribe en un phalera romano: ". Inventori lucis soli invicto Augusto" (el artífice de la luz , Sol Invictus Augustus). Estos son los primeros ejemplos atestiguados de Sol Invictus como, pero en el año 102 a Aniceto cierta restaurar un templo del Sol;. Hijmans es tentado a "vincular la predilección Aniceto "de Sol con su nombre, la forma latinizada de la palabra griega ἀνίκητος, lo que significa Invictus". Se diferencia de los primeros cultos del Sol Indiges "el sol nacido" o "el sol invocado" - La etimología y el significado de la palabra "indiges" es debatido, el título Deus Sol Invictus se formó a partir de analogías con el título imperial "titulature plus felix invictus" (latín "laborioso afortunado, inconquistado"). El Festival del Nacimiento del Sol Inconquistado (Dies Natalis Solis Invicti) se celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno, en alusión al "renacimiento" del sol. Este Festival corría desde el 22 al 25 de diciembre. Durante el Imperio romano, el culto a Mitra se desarrolló como una religión mistérica, y se organizaba en sociedades secretas, exclusivamente masculinas, de carácter esotérico e iniciático. Gozó de especial popularidad en ambientes militares. Obligaba a la honestidad, pureza y coraje entre sus adeptos. Las excavaciones iniciadas en 1857 bajo la iglesia de San Clemente, en Roma, mostraron que estaba construida sobre una iglesia paleocristiana del siglo IV, y esta a su vez sobre un templo dedicado a Mitra. Por los hallazgos arqueológicos se sabe que es una religión de origen persa, adoptada por los romanos en el año 62 a. C., que compitió con el cristianismo hasta el siglo IV.

La religión de Sol Invictus provenía principalmente del Mitraísmo. Algunas de sus características eran estas:
• El mitraísmo tenía rasgos de profundo simbolismo moral.
• Era un culto totalmente cerrado e iniciático, de carácter gnóstico, como más adelante lo fueron algunos grupos cristianos heréticos de los primeros siglos o el maniqueísmo, con sus agrupamientos exclusivos y su culto secreto.
• El secreto del mitraísmo no era la fe sino los ritos. Ritos de sacrificio y mitos de sacrificio como en el cristianismo (Cristo entregado a la muerte para borrar los pecados de los hombres).
• Las cofradías de Mitra admitían solamente varones y no mujeres quienes no participaban en las funciones del culto.
• Los reyes honraban a Mitra, lo tomaban como testimonio de sus juramentos y lo invocan en los combates.
• La trinidad cristiana (a diferencia del dios único del judaísmo) se asemeja a la trinidad de los cultos politeistas mitríacos (Padre Zeus-Ormazd, Mitra y toro).
• Zeus-Ormazd (el Zeus griego que es el Ormazd persa) era el dios Padre supremo, pero Mitra era el verdadero objeto de la religión. El grado supremo del dios era el de Padre, cuya dignidad correspondía a la de Mitra en el cielo.
• El joven dios era hermoso, valiente, puro y enseñaba una moral austera que practicaba él mismo.
• La idea de la salvacion: el salvador cristiano se asemeja a los dioses salvadores de misterio, Mitra era un dios salvador y sufriente.
• El mito del sacrificio del toro (sacrificio simbólico durante el rito) a manos de Mitra tenía como finalidad la redención e inmortalidad de los adeptos. Sobre el sacrificio del toro (representando a Mitra) reposaba el equilibrio del mundo y la salvación de los hombres.
• El banquete ritual de los fieles de Mitra tenía similitudes con la eucaristía cristiana. A veces probablemente se sacrificaban toros reales pero no se comía carne de toro, la bebida sagrada (según algunos era agua y según otros era vino) que representaba la sangre del toro eran la sustancia del toro místico y divino que era Mitra. Se consumía (simbolizada en la bebida sagrada) junto con la ofrenda del pan durante la cena o eucaristía mítrica. La sustancia del toro divino estaba en el pan de la cena de los iniciados tal como estará la sustancia de Cristo en el alimento de los bienaventurados.
• Luego de la celebración de la oblación del pan aparecía una imagen de la resurrección de Mitra.
• La intención del rito era la misma: el Soldado se consagraba a Mitra, como el cristiano a Cristo.
• El culto de Mitra conocía la semana con consagración de los siete días a las siete divinidades planetarias pero a diferencia de los judíos santificaban el día del Sol, el domingo, y no el sábado.
• El sacerdote era un iniciado del grado superior, un Padre, parecido al gnosticismo maniqueo que aparecería más tarde.
• Mitra también bautizaba a sus creyentes y prometía la expiación de los pecados por el efecto del baño.

Existen realmente pocos textos escritos por autores mitraístas. Se conservan algunas pinturas e inscripciones, así como descripciones de esta religión por parte de sus oponentes, entre los que hay neoplatónicos y cristianos. Buena parte de lo que ha circulado acerca de este mitraísmo se ha basado en las teorías de un erudito belga llamado Franz Cumont. Su obra titulada Los misterios de Mitra, publicada en 1903 condujo a aseveraciones por parte de la Escuela de la historia de las religiones en el sentido de que el mitraísmo había influenciado algunas prácticas del incipiente cristianismo, como si fuese una precuela. Con el tiempo, esto provocó que en ambientes más populares que académicos, y junto con la semilla que Kersey Graves había plantado con su libro (considerado de pseudo-historia, por estudiosos tanto cristianos1 como no cristianos2 ) "The World's Sixteen Crucified Saviors" en 1875, se ha formado una leyenda urbana muy elaborada sobre un presunto nacimiento virginal de Mitra, así como de una supuesta muerte y resurrección de este personaje, y varios puntos más que relacionan íntimamente su vida con la de Jesús de Nazaret. Esta hipótesis no tiene fundamento histórico, y no se corresponde con los datos que se tienen sobre el Mitraísmo, ni con la historia que se puede extraer de los hallazgos históricos sobre Mitra. Entre 1913 y 1914 el sacerdote, padre, teólogo católico, filósofo e historiador francés, Alfred Loisy, profesor en el Collège de France, publicó sus estudios sobre el origen del cristianismo en la Revue d’histoire et de Littérature religieuses. En 1919 los publicó en formato de libro con el nombre de Los misterios paganos y el misterio cristiano. La primera edición se agotó rápidamente y hubo que reimprimirla luego que Loisy la revisara y corrigiera. En su libro Loisy realizó una discusión profunda y minuciosa de los testimonios concernientes hasta esa época sobre las religiones de los misterios paganos y su influencia en los orígenes históricos del cristianismo.

sábado, 17 de octubre de 2015

El origen de España como nación

La historia oficial suele ocultar o ningunear los tiempos y acontecimientos anteriores a la invasión de los moriscos debido a que simplemente no les interesa mostrar que la situación natural de España consiste en la unidad. Esto empezó culturalmente con la Hispania romana y posteriormente se afianzó como Reino unificado con los reyes visigodos. Leovigildo fué el rey godo que inició el proceso de creación de España como nación, con la conquista de casi toda la península ibérica y con la confección del Codex Revisus, que permitía los matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos, conformando un sólo pueblo.  Recaredo I  acabó la obra de su padre y gobernó sobre una España totalmente unida (586-601). Recaredo también fué el rey que instauró el Catolicismo como religión oficial en España durante el III Concilio de Toledo, en este concilio empezó el Reino Español como tal, hasta la invasión musulmana (711 d.C.) que lo destruyó, para ser finalmente reinstaurado por los Reyes Católicos siglos después. Los textos más conocidos sobre esa época en referencia a España (siglos VI-VII d.C.) son las Alabanzas a España de San Isidoro, prólogo de su gran obra Historia de los reyes godos, vándalos y suevos. Durante la Reconquista, ya en el siglo VIII, se usaba el grito de "Santiago y Cierra España", varios reyes como Alfonso I el Batallador se declararon reyes de toda España siglos antes de expulsar a los moros de la Península. Así las cosas, podemos asegurar que España empezó a existir antes que cualquier otro reino o condado regional como por ejemplo, Castilla, Aragón o el Condado de Barcelona, que aparecieron varios siglos después.

lunes, 10 de agosto de 2015

La Devotio, el código de honor de los iberos.


Entre los iberos, como entre los germanos y los celtas, existió una institución social y militar, no fundada en la sangre sino en una relación personal libremente contraída de fidelidad y servicios recíprocos, creada preferentemente para la guerra.


Una forma especial de ese vínculo entre los iberos, especialidad originada por un fin que no aparece en la forma genérica, la devotio, fue arrancada por los celtistas al medio ibérico y aclimatada en las Galias como celta, por una mala lectura que de César hizo Nicolás de Damasco. Dos historiadores, uno de la antigua Galia, otro de la España primitiva, la han restituído a su verdadero e indudable origen ibérico.





La devotio ibérica es una costumbre que se encuentra en varios pueblos prerromanos de toda Europa (iberos, celtas, cántabros, celtí­beros, lusitanos, etc). A través de ella un guerrero (devotus) engrosaba la clientela de un personaje importante (patronus) mediante un contrato por el que se comprometí­a a defender a aquél y a no sobrevivirle en el combate. Se cree que existí­a algún tipo de ritual o ceremonia para su consagración, pero se desconoce en qué consistí­a. El honor y la lealtad son los principios que rigen esta figura.
Otros pueblos tenían un tipo de clientela parecida: los galos la de los soldurii y los germanos el comitatus, aunque en esta no existía el juramento ante los dioses.
La devotio ibérica era una forma especial de clientela militar existente en la sociedad ibera prerromana. Se trataba de vincularse por una doble vertiente:
    Por un lado, los clientes o devoti, consagraban su vida a su rey o jefe, al que tenían la obligación de proteger en el combate, a cambio de su protección, mantenimiento y un mayor estatus social, ya que el jefe pertenecía a la clase dominante, y esto se reflejaba en sus clientes.
    La otra vertiente, es la divina. Los soldurios, consagraban su vida a una divinidad para que se dignase a aceptarla en el combate a cambio de la salvación de su jefe; por ello, debían protegerle con sus armas y su cuerpo aun a costa de su vida. De ahí, que los devoti, estuviesen obligados a suicidarse en caso de que su jefe muriera, ya que sus vidas eran ilícitas al no haber sido aceptadas en trueque por la divinidad. El ofrecimiento de una vida para lograr la salvación de otra supone la creencia en una divinidad de la muerte, cuya actuación, si no puede detenerse, es susceptible de ser desviada. Si los guerreros fallaban en su misión de protección y su jefe moría, éstos se quitaban la vida por su propia mano ya fuese con armas si aún disponían de ellas, o incluso tirándose por un acantilado, se describen situaciones en las que cientos de íberos se lanzaban por los acantilados para cumplir con la devotio y para no caer en manos enemigas, para ellos era una cuestión de honor.


La devotio tenía un fuerte elemento religioso, la vida del jefe se encuentra más que ninguna otra expuesta al trance fatal y no sólo como efecto de que el enemigo, durante la pelea, había de dirigir sus golpes con preferencia contra él, sino porque podía comprometer por medio de la intervención de un elemento mágico a las potencias sobrenaturales para que arrebatasen aquella vida. El medio de desviar la acción de estas potencias así atraídas, era el de establecer una relación contractual con ellas, para obligarlas a que en el momento de su intervención, aceptasen el sacrificio de la vida que se les ofrecía a cambio.




Cuales eran los nombres de esas divinidades entre las tribus iberas y celtíberas? He aquí una pregunta a la que por el momento no puede darse contestación. Se ha hecho mención en algunos escritos, de una diosa infernal, Ataecina turibrigense, pero son meras conjeturas. Eran divinidades celestes o telúricas? Como la anterior queda incontestada, esta pregunta; únicamente ateniéndose a lo que sucedía en la devotio romana podría concluírse que eran divinidades infernales, pero no se tiene por el momento ninguna información fidedigna sobre las divinidades ibéricas a las cuales se invocaba durante la devotio.
En la devotio influyó el extraordinario poder de atracción que sobre el ánimo de los íberos ejercieron las cualidades personales de los líderes natos, dese Viriato a Escipión pasando por Sertorio.
Un ejemplo de juramento de la devotio, se puede encontrar en el concluido por Escipión y el líder ilergete Indíbil, poco después de abandonar éste el partido de los cartagineses, a causa de los atropellos de que le habían hecho víctima, sintiéndose traicionado. Según cuenta Polibio, se instituyó entre ambos, mediante la promesa verbal "fides", fortalecida por la prestación de un juramento o alianza, concluído no con carácter transitorio sino permanente. 


Se ha visto que la devotio era un contrato independiente del que se concluía con el jefe, que expresaba la relación establecida entre un hombre y la divinidad en favor de una tercera persona, la cual para nada tenía que intervenir en la institución del pacto. En cuanto a la consideración, por parte de los soldurios, de la ilicitud de la vida una vez muerto el jefe, pronto se va a ver que respondía a otro orden de ideas, teniendo un origen distinto del de la institución de la devotio.
Suponiendo que no sea consecuencia de la devotio, en la que era esencial salvar la vida del jefe a toda costa, la ilicitud de la vida de los soldurios, ¿a qué orden de ideas obedecía y cuál era su causa? Una vez muerto su jefe y quebrantado su juramento de lealtad debido a que no habían podido protegerlo, la vida ya no tenía sentido y lo más honorable para ellos era ponerle fin, no es raro encontrar entre los hombres de la España primitiva el suicidio. Los escritores de la antigüedad presentan a esos hombres esperando la muerte violenta con íntima alegría y siempre prestos a ofrecerse a ella en determinados momentos.
Este desprecio a la vida, según ellos, lo engendra el valor y se desenvuelve en el ambiente de lucha continua en que viven las tribus. En el tiempo actual se habla del fanatismo en la defensa de la patria propio a nuestro pueblo. Todos los suicidios se pliegan dócilmente a esas explicaciones; por lo general, tras la mención del hecho surge el comentario de la inutilidad de la vida sin las armas, o al hablar de la íntima unión que entre ellas y los hombres se percibe, se habla de su profundo desprecio hacia la vida. Asi Silio, describiendo el carácter de los españoles, ensalza el esfuerzo de su ánimo para acelerar el fin de la vida, esto recuerda a los samuráis, que tenían una actitud similar. De igual manera Tito Livio, tras de contar cómo muchos de los desarmados por Catón se suicidaron, dice que obraron de tal manera poeque no podían vivir sin guerrear.





Esta práctica estaba muy extendida, y no sólo se usaba entre miembros del mismo pueblo: según historiadores clásicos (Tito Livio y Plutarco entre otros), los generales romanos que fueron a la Península, utilizaron escoltas formadas por devoti. Para estos militares, la devotio tenía ventajas sobre la clientela romana: el juramento a los dioses obligaba al cliente con más fuerza, aunque era una fidelidad interesada como la de Sagunto a Roma o la de los edetanos a Escipión. Es probable que las defensas de ciudades como Numancia o Sagunto, y la resistencia que mostraban los guerreros frente a los romanos tuviese como fondo la devotio, que impedía su rendición sin órdenes directas de su jefe.
En el contacto entre los Romanos y los hispanos, los generales se vincularon a la devotio ibérica e incluso, durante las guerras civiles del último siglo de la República Romana, varios generales romanos emplearían este sistema para rodearse de una perfecta y leal guardia personal; éste sería el uso empleado por Sertorio, César y Afranio.
Con el tiempo, como ya hemos visto, Roma utilizó esta institución, al igual que el hospitium y otras, respetándolas primero y modificándolas conforme a sus intereses después.

Notas:
1. La devotio consiste en una forma más que asume la clientela militar, siendo una institución que se forma en el tránsito de una sociedad sin clase a una de clases.
2. Al estar basada en la guerra el mantenimiento de la coerción militar es indispensable.
3. El aspecto religioso es básico como distintivo de las otras formas de clientelas militares; éste servirá:
a) como recuerdo de la ilusión perdida.
b) como forma de reforzamiento ideológico de la dependencia que ya existía en el plano material.
4. No hay que concebir la devotio como algo estático sino dinámico, con cambios producidos por los mismos conflictos sociales internos y externos.
5. La intervención romana fue primordial para que se realizase la transformación y extinción de la devotio, a través de diversos mecanismos:
a) asimilándola a los generales romanos
b) como forma de reclutamiento
c) como instrumento inductor del culto imperial
d) fusionándola y asimilándola a las instituciones romanas más cercanas: clientela, votum, culto imperial.


Fuentes: "La "devotio" ibérica. Los soldurios." Anuario de Historia del Derecho Español, Tomo I, Madrid, 1924

jueves, 25 de junio de 2015

Simbología Celta

Además de ser un pueblo de poderosos guerreros, los celtas nos han legado un rico universo de mitos, espiritualidad y magia de la tierra.
   Tan poético como mágico, el mundo espiritual de los celtas era muy complejo. Vivían en una esplendorosa realidad  poblada por dioses, duendes y hadas. Sólo los druidas eran capaces de abarcarlo y conocerlo todo, de hacer que las tres naturalezas convergieran en una sola.
     En todo caso, sus conocimientos se guardaban en el más absoluto secreto. Las historias sobre su pasado, las supersticiones, los rituales y sus creencias divinas se trataban con sumo cuidado. Por eso no resulta fácil establecer de qué modo estos pueblos concebían el universo.
   Hay que tener en cuenta, además, otros dos factores. El primero es que los celtas transmitían sus tradiciones mediante canciones y leyendas, relatos orales que se convirtieron en mitos, y que casi nunca se recogieron por escrito. Por supuesto otra muestra que nos han dejado ha sido la numerosa simbología celta, que nos  llega hasta hoy con algunas incógnitas. 

He intentado recoger un gran número de símbolos celtas, he aquí los que os voy a mostrar:

-La espiral: Simboliza la creación y el grito constante de las estrellas en el cielo nocturno. Las estrellas cambiaban y retornaban cada año como puntos en una rueda gigante, y las estrellas de los cielos parecían rodar hacia arriba, girando el eje de la Estrella del Norte. Los celtas creían que la Estrella del Norte era el punto de referencia en el firmamento y el movimiento evidente de las estrellas alrededor de este eje formaba una trayectoria en espiral, o en escalera, en la que algunas ascendían hacia su vida futura.
El continuo movimiento en espiral también simbolizaba la siempre expansible naturaleza de la sabiduría y el conocimiento.
Hacia la derecha es el sol del invierno que se encoje y hacia la izquierda es el sol creciente de verano.



-Espiral doble: Representa la dualidad de las cosas. Representa también el conocimiento en relación con el movimiento del cosmos. Símbolo de la vida eterna.





-Awen: En el lenguaje celta significa inspiración o esencia y simboliza la iluminación espiritual. El símbolo Awen representa la armonía entre los opuestos. Los rayos de la izquierda y derecha representan al hombre y la mujer respectivamente, mientras que el rayo central simboliza la armonía entre ellos.



-Claddagh: Los anillos de Claddagh son un símbolo tradicional de lealtad y amistad, así como de amor romántico. Le debe su nombre a la ciudad irlandesa de Claddagh. Las manos en el diseño representan la amistad, el corazón representa el amor y la corona representa la lealtad.
Tradicionalmente era llevado en la mano derecha con el corazón girado hacia afuera para mostrar que uno era libre. Si por el contrario se estaba comprometido, se colocaba en la misma mano sólo que con el corazón mirando hacia dentro. Cuando se estaba casado, el anillo se llevaba en la mano izquierda con el corazón también girado hacia adentro.






-Sigil: Es el símbolo que identifica a una de las organizaciones más tempranas en la reconstrucción del Druida. No se sabe mucho de este símbolo.






-Triqueta: Se trata de un símbolo para representar a la Santa Trinidad (padre, hijo, espíritu santo).
En la creencia Wiccan, la triqueta simboliza los tres aspectos de la diosa. También se considera que representa a la mente, el cuerpo y el alma. Y a los dominios de la tierra, el mar y el cielo.




-Trisquel: Símbolo utilizado por excelencia en Bretaña, simboliza el ciclo de la vida, las tres esferas representan a la tierra, el mar y el cielo. Cada aspecto fluye hacia afuera y vuelve siempre al punto donde empezó.






-Símbolo de la Caldera: Es una espiral triple (trisquel) metida en un círculo. Representa la transformación hacia el conocimiento, la pócima que la diosa Ceridwen elaboró en su caldero para trnsormar en sabio a su hijo Taliesin.





-Tetrasquel (Lauburu vasco): espiral de cuatro brazos unidos por un punto central. Representa por tanto la unión de las cuatrod irecciones de la tierra.






-Rueda del Ser: Son cuatro círculos representando las cuatro direcciones de la tierra, unidas por un quinto círculo como núcleo común.






-Cruz solar: Es probablemente el símbolo espiritual más antiguo del mundo. Integrado por una cruz armada dentro de un círculo, representa el calendario solar, los movimientos del sol, marcado por solsticios. También es conocida como "Cruz de Odín".





-Taranis: El término taranu, toran en irlandes, taran en gales, con el significado de trueno; es vinculado con espacios celestes.






-Cruz Celta: Símbolo celta de culto y de la protección. Concreta el círculo arcaico, el mándala con la cruz cristiana, es decir, los ritos paganos y la nueva religión.
Es un símbolo de civilización e inteligencia.






-Nudo Celta: Significa el nudo perenne del amor, que no se puede deshacer. Este símbolo era intercambiado por los amantes en señal de que su relación era para siempre como muestra de apoyo.





-Estela Cántabra: La estrella de Barros, es una piedra monolítica de forma discoidal que recuerda a los difuntos. Los cántabros la usaron como bandera en su guerra contra Roma.



-El Crann Bethadh: Tambíen conocido como árbol de la vida, representa el mundo de los espíritus. Para los celtas la naturaleza es importantísima. Gracias a ella, consiguen todo lo necesario para vivir. El árbol de la vida también representa el bienestar y la integridad de las aldeas. Sus ramas tocaban el cielo y sus raíces el mundo de los muertos, el Crann Bethadh era sagrado, y se hacían muchas celebraciones bajo él, por eso los druidas lo pusieron en sus símbolos.



-Wuivre: Es un símbolo celta representado por dos serpientes entrelazadas entre sí, que simbolizan la fuerza de la tierra. Según dicen proporcionando amor y poder al que posea este símbolo, siempre que no sea tocado por agua de mar.





-Rueda Celta del año: En la rueda celta del año están marcados los meses y sus correspondencia con cada árbol, así como las siguientes fiestas;

  • Samhain: 31 de octubre, última noche del año druídico. Festividad para honrar a los muertos.
  • Beltaine: 1 de mayo. Agradecimiento a los dioses familiares por proteger los fuegos del hogar.
  • Ymbolc: 1 de febrero. Festividad de la purificación y recogimiento invernal en espera de la primavera.
  • Lugnasad: 1 de agosto. Celebración de la cosecha y agradecimiento a la tierra por su generosidad.
  • Ostara: 21 de marzo. Celebra la llegada de la primavera.
  • Litha: 23 de junio. Celebra la abundancia y la belleza de la tierra.
  • Yule: 23 de diciembre. Celebra el nacimiento del Dios Sol.
  • Mabon: 23 de septiembre. Celebra el fin del verano.


Algunos números:

-Nº1: El número uno es el origen de la creación, el núcleo de donde vinieron todas las cosas.

-Nº2: Equilibrio entre fuerzas opuestas: el bien y el mal, la vida y la muerte, la luz y la oscuridad.

-Nº3: Número sagrado, el más importante en la cultura celta. Para ellos las cosas importantes formaban grupos de tres. Como por ejemplo la trinidad que formaban algunos dioses; el círculo de la vida: formado por el nacimiento, muerte y reencarnación; o los tres elementos fundamentales del universo celta: tierra, agua y aire.

jueves, 7 de mayo de 2015

El Saludo "Romano" Ibérico



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Según el gran arqueólogo español de la primera mitad del siglo XX, J. Cabré, el característico saludo de los íberos con el brazo extendido y la mano abierta, de entre los siglos V al I a. C., fue adoptado por los romanos conjuntamente con el “Gladius Hispaniensis” (espada ibérica) al entrar estos en contacto con los pueblos hispanos. Sería pues, según Cabré, un saludo genuinamente íbero el que se utilizó posteriormente en todo el Imperio Romano como saludo tradicional. El conocido como “saludo romano”.
Para los íberos era un gesto revestido de especial sacralidad, pues en los exvotos de los santuarios, ellos mismos se auto representaban, con frecuencia, saludando e invocando a las Divinidades en pie y efectuando el “saludo étnico” tradicional de su Pueblo.
Los romanos no hicieron sino asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales. De hecho, los romanos se refieren a este como “SALUTATIO IBERICA”.
Si era autóctono o llegó procedente de Oriente (de Fenicia o de Grecia), no se sabe. Pero sí sabemos que los romanos debieron verlo allí por primera vez, porque los historiadores de la época y de la inmediata posterior describen ese saludo como saludo de paz, y lo tratan como una novedad. Lo cual indicaría que no lo habían visto ni en Grecia ni en Cartago (culturas para ellos ya bien conocidas en la época). Y, además, al ser los cartagineses los fenicios de Occidente, podríamos deducir que tampoco se utilizaba en Fenicia. Todo esto lo digo para reforzar la tesis de su origen español.
Las primeras citas que recogen este saludo, están en las campañas militares con las que comienza la II guerra púnica, como saludo de paz de los íberos. Y, para reforzar la tesis, digamos que en aquella época, importantes contingentes hispanos (tanto en infantería como, sobre todo, en caballería), formaban parte habitual de los ejércitos cartagineses, pero las fuentes romanas atribuyen el saludo sólo a los íberos, y no al conjunto del ejército cartaginés.
Por su presencia en exvotos, lo que también le daría al saludo un componente religioso, diríamos que era un saludo de uso general, en el que se deseaba paz (a veces, también sumisión) hacia quien iba dirigido.
El saludo habitualmente representado, es de la palma derecha levantada, con el brazo flexionado, presentando la palma a la persona a quien se le hace. Pero en las legiones, al convertirse en saludo militar, se hacía de una forma más rígida, flexionando un poco el brazo, o manteniéndolo recto, sin flexionarlo (entonces, en vez de extenderse verticalmente, se hacía inclinado unos 45º sobre la horizontal, y con la palma hacia abajo…vamos, como el que se conoce en la actualidad).
Insisto en que su significado fue siempre de paz y de respeto (se mostraba la palma desnuda, sin ningún arma), tanto para fines religiosos, como civiles y militares.
Desde estas primeras citas hasta su uso generalizado en Roma pasaron unos dos siglos. Podemos aventurar que es muy posible que el saludo empezaran a emplearlo las legiones que combatieron en Hispania en la 2ª guerra púnica, y que, una vez licenciados, los legionarios de las mismas lo siguieran utilizando entre ellos como un símbolo de identidad y corporativismo.
Poco a poco, el saludo fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población. Y terminó siendo oficial como saludo militar (junto al más tradicional de poner el puño derecho sobre la parte izquierda del pecho), como saludo civil tradicional, y como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia (audiencias del César, juramentos solemnes, etc…).

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El primer texto romano en que aparece una referencia (aunque no muy clara) al saludo, es de Tito Livio. Los hechos se refieren a la capitulación de una ciudad, Oringis, Auringis, o Aurgi (Jaén) ante los romanos, comandados por uno de los gloriosos generales que dio la familia de los Escipiones, Publio Escipión. Ocurrieron hacia el año 207 aC.
No es la mejor cita sobre el saludo (es algo confusa), pero sí la primera en la que textos romanos se refieren a esa forma peculiar de saludar.
Para entender bien a qué se refiere, pongo el texto en que se cita, precedido del texto previo, para ubicarlo en el tiempo y el espacio:
“Salió Cneo Escipión a prestarles ayuda a los aliados y a la guarnición romana con una legión ligera, entró en la ciudad por entre los dos campamentos causando muchas bajas al enemigo, y al día siguiente hizo una salida brusca con un resultado igualmente favorable. Los muertos en los dos combates pasaron de los doce mil, y de mil los prisioneros; enseñas militares se capturaron treinta y seis. Se produjo así la retirada de Iliturgi. A continuación iniciaron los cartagineses el asedio a la ciudad de Bigerra, aliada de los romanos también ésta. La llegada de Cneo Escipión la liberó del asedio sin tener que combatir.
Desde allí se trasladó a Munda el campamento cartaginés, y allá los siguieron los romanos a toda prisa. Se libró allí una batalla campal de casi cuatro horas en la que iban venciendo claramente los romanos cuando se dio la señal de retirada, porque le había atravesado el muslo a Cneo Escipión una jabalina y los soldados que estaban en torno a él temían que la herida fuese mortal. Pero no había duda de que se podían haber tomado aquel día el campamento cartaginés de no haber sobrevenido aquel contratiempo, pues aparte de los soldados también los elefantes habían sido rechazados hasta la empalizada y fueron acribillados con jabalinas treinta y nueve de éstos encima mismo de las trincheras. Se dice que también en esta batalla hubo cerca de doce mil muertos y que fueron capturados cerca de tres mil hombres y cincuenta y siete enseñas militares. De allí los cartagineses se retiraron a la ciudad de Auringis y los siguieron los romanos para echárseles encima mientras eran presas del pánico.”
(Tito Livio, en XXIV, 41 y 42)
En el siguiente es donde aparece la referencia al saludo. Como se ve, el resultado fue desastroso para los bastetanos que combatían en los ejércitos de Cartago:
“Después, los habitantes cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente. Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y mostrando desnudas las diestras para que se viera bien que habían arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad.
Mientras tanto, en otros puntos se destrozaban y echaban abajo las puertas con hachas y dolabras y, a medida que iban entrando los jinetes, se dirigían a galope a ocupar el foro, pues ésas eran las órdenes recibidas; a la caballería se habían sumado también un cuerpo de triarios; los legionarios invadieron los restantes puntos de la ciudad. Se abstuvieron de saquear y de matar a los que encontraron, salvo si ofrecían resistencia armada. Fueron puestos bajo custodia todos los cartagineses y también los cerca de trescientos habitantes de la plaza que habían cerrado las puertas; a los demás les fue entregada la ciudad y devueltos sus bienes. En el asalto de aquella ciudad cayeron cerca de dos mil enemigos y no más de noventa romanos.”
(Tito Livio XXVIII 3 y 4)
De este texto, y otros posteriores, los historiadores expertos en interpretar textos latinos de la época deducen que los romanos no habían visto antes un saludo semejante.
Es también digno de resaltar que el texto romano, en el 208 aC, habla de los cartagineses y los hispanos (no de los bastetanos). Y, sin embargo, y a pesar de estas pruebas, 2.200 años más tarde hay unas ideologías, dentro de España, que se obstinan en negar la existencia de “Hispania”, no sólo en aquellos tiempos, sino en épocas posteriores, más próximas a nosotros.

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Representaciones del saludo ibérico en piezas del Museo Nacional de Arqueología de Madrid.


Fuente: https://josuegonzalez.wordpress.com/2014/03/23/el-saludo-iberico/

sábado, 4 de abril de 2015

Dionisio de Siracusa

Dionisio en la historia

En el año 430 adC nacía Dionisio, que pasaría a la historia como uno de los tiranos de Siracusa, una de las ciudades más influyentes de las que se encontraban dentro de la Magna Grecia e hizo que esta ciudad viviese su momento de máximo esplendor entre luchas contra los cartaginenses que no querían perder un pedazo de ese pastel que era Sicilia. Dionisio reclamó la condena inmediata y sin juicio de los generales responsables de la caída de Agrigento. La propuesta era ilegal y le fue impuesta una multa, que enseguida fue pagada por Filisto. Dionisio pudo hacer uso de la palabra y convenció al pueblo: los estrategos fueron destituidos y un nuevo colegio fue nombrado en su lugar entre los que figuró Dionisio. Hizo llamar a los ciudadanos desterrados durante el golpe de estado de Hermócrates. Estableció una alianza con el lacedemonios Deixipo, comandante de una guarnición de las proximidades. Se volvió también popular apoderándose y revendiendo los bienes de los ricos. El dinero le permitió aumentar el sueldo de sus soldados.

Características más destacadas

Timeo de Tauromenio le describe grande, rubio y pecoso (FGrH 566, F29). Para algunos autores, descendía de una familia nobiliaria, según otros era de baja extracción social — lugar común de la literatura contra los tiranos. La primera hipótesis parece la más verosímil, tanto más cuando Dionisio era familiar del estratego Hermócrates y , según Cicerón, había recibido una buena educación.

El comienzo de sus guerras consolidadas

Pudo ganar tiempo para fortificar Siracusa, consiguiendo conjurar la amenaza púnica firmando un tratado con Cartago ese mismo año, reconociendo las conquistas púnicas en Sicilia central, para desarrollar máquinas de asalto como la Catapulta y reorganizar el ejército y la flota, reuniendo así un ejército de 80.000 infantes y 3000 jinetes, y en 398 a. C. decidió desquitarse contra los cartagineses. En la primavera de 405 a. C., fracasó en la protección de Gela y Camarina, dos ciudades vecinas, y tuvo que dar la orden de evacuarlas. Los aristócratas siracusanos aprovecharon el hecho para intentar derrocarlo. Una primera tentativa fracasó gracias a la intervención de la guardia de corps de Dionisio. El tirano hizo fracasar la conspiración llamando en su ayuda a los espartanos. Los aristócratas consiguieron huir a tiempo a la fortaleza del Etna. Las fuerzas sublevadas, dirigidas por dichos aristócratas, mantuvieron a pesar de todo, el asedio de la fortaleza en la que se refugió Dionisio. Aprovechando una epidemia de peste que se extendió en las filas cartaginesas, dio una primera tregua, por la que cedió al la parte occidental de la isla. De esta forma, consiguió expulsar a los púnicos de Sicilia central, persiguiéndolos hasta su base de Motia. Construyó un malecón que le permitió tomar la fortaleza insular con sus ingenios de artillería. Tras la llegada de refuerzos púnicos a Panormo y la construcción de la fortaleza de Lilibea, los cartagineses lograron rechazar a Dionisio hasta Siracusa, poniéndole sitio, que el tirano de Siracusa logró romper más adelante. De esta forma se llegó a un acuerdo de paz en el 392 a. C., por el cual se reconocían sus conquistas en Sicilia central. Sin embargo, el tratado afianzó la dominación de Dionisio sobre Siracusa. Aprovechó para fortificar la isla de Ortigia, sita en Siracusa. Allí construyó un palacio fortificado para él. Rodeó Siracusa con un recinto fortificado.

La guerra contra Cartago

Dionisio reemprendió la guerra contra Cartago en 397 a. C. y hasta 392 a. C.. Su primera acción fue apoderarse de los bienes de los cartagineses que dejaron en Siracusa y de los barcos fondeados en el puerto. Fue imitado por las otras ciudades sicilianas, lo que le permitió hacerse pasar por el campeón del panhelenismo. En la primavera de 397 a. C., capturó la plaza fuerte de Motia, principal base militar cartaginesa. La ciudad fue arrasada y saqueada. Lo griegos que habían combatido en el bando cartaginés fueron crucificados. Sin embargo, el general Himilcón, a la cabeza de los refuerzos, puso pie en Sicilia, en la ciudad de Panormo. Su flota tomó a continuación Mesina, que fue completamente arrasada. Dionisio fue vencido finalmente a la altura del Cabo Tauromenio por Himilcón. Este último comenzó el sitio de Siracusa, pero una nueva epidemia debilitó a sus tropas, permitiendo a Dionisio retomar la iniciativa.

El por qué de sus conquistas.

Dionisio se hizo con una clientela al distribuir por lotes las tierras confiscadas a sus enemigos. Mercenarios y esclavos (quizá campesinos dependientes comparables a los hilotas espartanos), se convirtieron así en los nuevos ciudadanos (neapolitai). Reforzada su posición, decidió restaurar la hegemonía siracusana no obstante los siracusanos se sublevaron y se aliaron a los conjurados refugiados en el Etna. Dionisio aprovechó para reclutar mercenarios campanios, gracias a los cuales aplastó la rebelión. Mediante traición, recuperó las ciudades de Naxos y Catania, cuyos habitantes fueron reducidos a la esclavitud. Leontino se rindió y sus habitantes fueron deportados a Siracusa, donde no tardaron en recibir la ciudadanía. Mesina y Regio se decidieron a alzarse en armas contra Dionisio, sin éxito en 399. El tirano intentó reconciliarse con Regio por vía matrimonial, pero su oferta fue rechazada. Se casó con una aristócrata de Locri, lo que aisló aún más a Regio.

Su muerte

Dionisio, al que le gustaba mucho la poesía, aunque no era tan bueno escribiendo como gobernando ganó su primer concurso lírico con el poema "El rescate de Héctor". Tal fue su emoción que organizó un banquete en el cual, murió por los excesos, o tal vez envenenado. A su muerte, su hijo Dionisio el joven, tomó su puesto, pero su capacidad como gobernante no fue como la que tuvo su padre y pronto vio como la influencia de Siracusa cesó en la Magna Grecia y finalmente tras 10 años de mandato tuvo que "ceder" el trono a su tío Dión, pero eso es otra historia.

Datos curiosos

Fomentó la producción de armas y reforzó su ejército. Reclutó ingenieros para inventar nuevas armas, como el gastraphetes, ancestro de la ballesta. Fue en ese momento, según Diodoro Sículo cuando fueron inventadas máquinas emparentadas con la catapulta (perforadora de escudos, literalmente), y descendiente del gastraphetes:
  • el oxibeles: especie de gran ballesta colocada sobre un trípode, que lanzaba grandes flechas (de 600 a 800 gramos), que podían atravesar una fila de hombres
  • con el mismo principio, pero con un proyectil diferente, el litóbalo enviaba balas de piedra sobre el enemigo.
A la muerte de Dionisio, Filipo II de Macedonia, tercer hijo de Amintas III y más conocido como el padre de Alejandro Magno, era llevado como rehén a Tebas (la griega) para que esta ciudad no fuese amenazada por Macedonia. Aparte de tirano de Siracusa, era, en los ratos libres, escritor de tragedias; tragedias griegas.

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lunes, 23 de marzo de 2015

Los Iberos del Mar Tirreno




En el siglo V a C, el historiador griego Tucídides afirmaba que los habitantes de la mitad occidental de Sicilia eran iberos, una idea que fue repetida por otros autores helénicos como Filisto de Siracusa, Éforo de Cumas y Estrabón. Éforo indicaba, además, que los iberos habían sido los más antiguos pobladores de la isla. Por su parte el geógrafo Pausanias relató que unos iberos dirigidos por Nórax, nieto del mítico rey Gerión, se trasladaron a Cerdeña y fundaron en esta isla la ciudad de Nora.  

Las relaciones culturales entre estas dos áreas geográficas se remontan a los inicios del Neolítico, cuando se extendió el uso de la cerámica impresa y cardial en los países del Mediterráneo occidental. La difusión de estas innovaciones culturales parece haberse iniciado durante el VI milenio a C y alcanzó la Península Ibérica en el V milenio a C. Varios grupos de agricultores prehistóricos pudieron haberse desplazado de este a oeste en busca de nuevas tierras de cultivo, llevando a cabo una lenta y paulatina colonización. Los que se establecieron en nuestra península debieron de entremezclarse con la población anterior, de origen paleolítico. Poco después se originó la cultura de los megalitos en las costas atlánticas, que se difundió por el occidente europeo y llegó hasta las islas de Cerdeña, Sicilia y Malta. Esta cultura continuó desarrollándose en la Península Ibérica durante la Edad del Cobre, época en que se inició el uso de la cerámica campaniforme en el estuario del río Tajo. Desde las costas atlánticas, la cerámica campaniforme también se difundió por una gran parte de Europa, incluyendo Cerdeña, Sicilia y algunas zonas de Italia.

La cultura del vaso campaniforme tuvo su final en el siglo XVIII a C, época en que floreció la cultura de El Argar, sustituida a su vez por la cultura de Tartessos a partir del siglo XII a C. Estas dos importantes culturas del sur de Iberia también muestran algunos elementos que las relacionan con las culturas contemporáneas de Sicilia y Cerdeña. De hecho, los contactos comerciales entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica fueron bastante frecuentes a finales de la Edad de Bronce, en los siglos X y IX a C.

En Cerdeña se había desarrollado la cultura nurágica entre los siglos XVIII y X a C, que debe su nombre a la construcción de unas torres de piedra llamadas nuragas. Esta cultura tiene sus paralelos en las islas Baleares, cuyos habitantes ibéricos construyeron a su vez otras torres denominadas talayots, algunas de las cuales son muy parecidas a las nuragas de Cerdeña. No obstante la cultura balear de los talayots comenzó en una fecha más tardía que la cultura sarda de las nuragas, de modo que la difusión de este tipo de construcciones debió de producirse de este a oeste, a diferencia de lo que había ocurrido con los megalitos y la cerámica campaniforme. Hay que señalar, por otra parte, que la isla de Menorca fue llamada Nura, un nombre muy semejante al de la ciudad de Nora y al de las nuragas. En Cerdeña también se documentan los topónimos Nurae y Nurri, y en la propia Italia encontramos Nure y Nurae. En la lengua sarda actual, “nurra” significa “montón de piedras”, lo cual nos proporciona la etimología del término “nuraga”, cuyo origen debe de ser muy antiguo.

Respecto a Sicilia, Tucídides cuenta que los habitantes de la parte occidental, denominados sicanos, eran de origen ibero, aunque ellos creían ser los más antiguos moradores de la isla. Otro autor griego del siglo III a C, Timeo de Taormina, consideraba a los sicanos como un pueblo autóctono, mientras que Filisto de Siracusa también pensaba que eran ibéricos. Es posible que ambos autores tuviesen razón y que los llamados sicanos llevasen mucho tiempo asentados en la isla pero aún conservasen un antiguo parentesco étnico y cultural con los iberos, como puede deducirse del testimonio de Éforo de Cumas, otro autor del siglo IV a C. También nos cuenta Tucídides que en la parte oriental de la isla vivían los sículos, llegados a la isla desde Italia alrededor del año 1000 a C, cuando los sicanos ya estaban asentados en ella. Actualmente se sabe que los sículos eran un pueblo de lengua indoeuropea, muy diferente por tanto a los iberos. Los sículos formaban parte de una gran migración de pueblos que penetraron en Italia desde el norte a finales de la Edad de Bronce.

Respecto a los nombres de los sículos y los sicanos, que resultan tan parecidos, éstos debieron de ser aplicados por los griegos que colonizaron Sicilia en los siglos VIII y VII a C, en base a la denominación por la que fue conocida esta isla entre los pueblos del mar Egeo. De hecho, el topónimo Sikelia, muy semejante a Sicilia, se documenta en varios lugares de la antigua Grecia, y también se sabe que un pueblo que vivía en una región costera del Egeo a finales de la Edad de Bronce fue llamado shekelesh por los egipcios y sikalayu por los sirios. Esta tribu de origen egeo-anatólico, uno de los llamados Pueblos del Mar, podría haber dado su nombre a la isla de Sicilia entre los siglos XIII y XII a C, ya que es muy posible que estableciese entonces alguna colonia o factoría comercial en la costa de Sicilia. Así pues, ni los sicanos de origen ibérico ni los sículos de origen indoeuropeo debían de darse estos nombres a sí mismos, pues tales denominaciones se explican simplemente por el hecho de haber ocupado dos regiones diferentes de Sicilia. De hecho, los sículos debían de ser un grupo de ítalos que se trasladó desde el suroeste de Italia hasta Sicilia, ya que Filisto de Siracusa consideraba a Sicelo, el héroe epónimo de los sículos, como el hijo de otro legendario patriarca llamado Ítalo. También el río Sicano de Iberia, que suele identificarse con el Júcar o con el Segre, debió de recibir este nombre de los navegantes griegos, y no de los iberos que poblaban la costa oriental de nuestra península.

Por último hay que añadir que el poeta romano Virgilio mencionó a los sicanos entre los antiguos habitantes de Italia, pero posiblemente se refiriese a los “sículos” o ítalos de origen indoeuropeo, y no a los “sicanos” de origen ibérico, ya que en su relato, los sicanos van acompañados de los ausonios, otra tribu indoeuropea que suele emparentarse con los ítalos.

En conclusión, las relaciones culturales entre la Península Ibérica y las islas del mar Tirreno fueron constantes desde el Neolítico hasta los inicios de la Edad de Hierro, y probablemente llegaron a producirse contactos directos entre los habitantes de estas dos zonas geográficas. Se puede deducir por tanto que existió un parentesco étnico entre estas poblaciones prehistóricas del Mediterráneo occidental, el cual se confirma a través de los testimonios de Tucídides, Filisto y Éforo. Sin duda estos autores debieron de constatar la semejanza que existía entre los iberos y los antiguos habitantes de Sicilia, en lo que respecta a sus costumbres y a sus lenguas. Resulta además factible que, entre el III y el II milenio a C, algunos grupos ibéricos se hubiesen trasladado hasta el noroeste de África, una zona en la que también se difundió la cultura de los megalitos y la cerámica campaniforme, y desde allí hubiesen llegado hasta las cercanas islas de Sicilia y Cerdeña, o bien que hubiesen alcanzado estas islas desde las Baleares. La presencia de iberos en Sicilia durante el II milenio a C, cuando la isla era visitada por comerciantes cretenses y micénicos, explica las innovaciones de origen egeo que se han encontrado en la cultura ibérica de El Argar. Los sicanos podrían haber mantenido a su vez contactos comerciales con sus antiguos parientes étnicos de Iberia y, de este modo, habrían desempeñado el papel de intermediarios en ese proceso de difusión cultural desde el mar Egeo hasta la Península Ibérica.    

           
FUENTES CLÁSICAS CITADAS

Éforo de Cumas (citado por Estrabón en “Geografía” VI, 2, 4)
Estrabón, “Geografía” VI, 2, 4
Filisto de Siracusa (citado por Diodoro Sículo en “Biblioteca Histórica” V, 6, 1 y por Dionisio de Halicarnaso en “Antigüedades Romanas” I, 22, 4)
Pausanias, “Descripción de Grecia” X, 17, 5
Timeo de Taormina (citado por Diodoro Sículo en “Biblioteca Histórica” V, 6, 1)
Tucídides, “Historia de la Guerra del Peloponeso” VI, 2
Virgilio, "Eneida" Libro VIII

viernes, 6 de marzo de 2015

Mediocridad materialista

José Antonio Primo de Rivera - Wikipedia, la enciclopedia libre

"Aquí están los ridículos intelectuales henchidos de pedantería, son la descendencia venida a menos de aquellos intelectuales que negaron la movilidad de la tierra y su redondez y la posibilidad del ferrocarril porqué todo ello pugnaba con las fórmulas. Pobrecillos, como van a entender a través de sus gafas de miopes el atisvo aislado de la luz divina, lo que no cabe en sus estrechas cabezas creen que no puede existir y encima se rien con aire de superioridad... "

Jose Antonio Primo de Rivera

domingo, 15 de febrero de 2015

Lope de Figueroa, el héroe de los marines del siglo XVI (los Tercios embarcados)

Día 15/02/2015 - 03.31h

El fuego a distancia de los arcabuceros castellanos y su resistencia numantina, con Figueroa, Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio y otros ilustres soldados combatiendo en primera fila, forzó la derrota otomana en Lepanto

 



La hoja de servicios de Lope de Figueroa es un monumento a la lealtad y al coraje. A diferencia de otros grandes capitanes de los tercios castellanos de origen humilde, este soldado granadino de Guadix sí procedía de alta cuna. Su padre era el capitán Francisco Pérez de Barradas y Atoguia, bien relacionada con la Orden de Santiago y, en tiempos de Fernando el Católico, destacado oficial de la corte. Como hijo segundo, a Lope de Figueroa –apellido que tomaba de su madre– le deparaban dos opciones: la carrera eclesiástica o la militar. Basta decir que a los 16 años Lope se fugó a Milán, donde acudió al virrey Fernández de Córdoba (nieto del célebre Gran Capitán) y le pidió ingresar en el Tercio de Lombardía. El granadino entregaría los siguientes 27 años de su vida a los tercios castellanos.
No es que Figueroa evitara pasar por la Guerra de Flandes, de hecho destacó en numerosas batallas allí –Maatrich, Jemingen, Mons–, pero, quizá motivado por su vinculación con la Orden de Santiago o por el espíritu de cruzada que todavía resonaba por su Granada natal, su auténtica vocación fue combatir al turco por mar y por tierra. De hecho, se doctoró en ello.
No en vano, su primera gran confrontación con los turcos empezó de la peor forma. En 1560, Felipe II había ordenado al duque de Medinaceli perpetrar la conquista de Trípoli, un nido de corsarios berberiscos. Después de un fracaso naval a las puertas de Trípoli, auspiciado por la timidez de Andrea Doria, Medinaceli arremetió la conquista de la isla de Gelves, al sudeste de Túnez, donde ordenó levantar un fuerte. Advertida la flota otomana, ésta se presentó en un plazo de 20 días, sorprendiendo a los españoles en los preparativos. Figueroa, ascendido a capitán por petición del virrey de Milán, participó del desastre de Gelves (con 10.000 muertos entre las filas cristianas) y fue llevado cautivo a Estambul junto a 5.000 prisioneros cristianos.
Lope y su primo Rodrigo de Zapata, también capitán, permanecieron prisioneros hasta 1562 en la torre Negra de Estambul. Sin embargo, su breve cautiverio –finalizado con el pago de un elevado rescate– no rebajó ni un ápice su determinación, y el mismo año de su liberación tuvo tiempo de socorrer Orán, la principal ciudad española en África, que permanecía asediada por piratas argelinos. Al año siguiente colaboró en la toma del islote de Vélez de la Gomera liderada por García de Toledo.
El desastre de Gelves había espoleado el ímpetu cristiano hasta el punto de que el Imperio otomano se creía en la obligación de acallarlo con un golpe de entidad: la conquista de la Isla de Malta. Después de ser expulsada de Rodas, Carlos I había cedido a la belicosa Orden de los Hospitalarios la isla de Malta para que hostigara a la flota turca. En 1565, Solimán el Magnífico desplegó 175 galeras, 200 naos y 40.000 soldados con la intención de reducir a cenizas la base cristiana.
La heroica defensa orquestada por el gran maestre de la orden, Jean Parrisot de La Valette, retrasó la conquista lo suficiente como para que el virrey de Sicilia, García de Toledo, pudiera preparar una fuerza de socorro. Así, los tres meses que duró el sitio llevaron a la extenuación al mastodóntico ejército otomano. Solo en la toma del castillo de San Telmo, construido en roca viva, los turcos invirtieron un mes de asedio. Y con la isla cerca de claudicar, una escuadra de galeras a cargo de Álvaro de Bazán rompió el bloqueo marítimo y consiguió desembarcar a 10.000 españoles, dirigidos por Álvaro de Sande. Los castellanos cayeron sobre las filas musulmanas antes de que estas pudieran percatarse de su superioridad numérica. Lope de Figueroa se distinguió en el ataque a la torre Falca.

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El alcalde de Zalamea. Detalle del monumento a Calderón de Madrid
La imbatibilidad turca en el Mediterráneo empezaba a ponerse en cuestión pero, por el momento, las prioridades del Imperio español no pasaban por descubrir cuánto de profunda era la herida otomana. Las tropas españolas, con Lope de Figueroa a la cabeza de una compañía del tercio de Sicilia, tomaron camino a Flandes en 1568, donde el Duque de Alba planeaba lanzarlas con furia contra los rebeldes.
Aunque intensa, la primera estancia del capitán Figueroa en Flandes fue muy breve. Destacado en la victoria del Duque de Alba en Jemmingen, en su caso por capturar la artillería enemiga, el granadino fue mandado a Madrid a dar al Rey cuenta de la victoria. Hinchado de alegría por la noticia, Felipe II le recompensó con una pensión vitalicia de 400 ducados anuales. Con el favor real, Lope de Figueroa pidió un destino que le resultaba doblemente predilecto: la guerra de Granada.

Tiempos de cruzada Real

Desde 1567, Felipe II se había propuesto eliminar los resquicios musulmanes de «la diócesis menos cristiana de toda la cristiandad». Carlos I había otorgado una prórroga de 40 años a los moriscos de Granada para abandonar sus prácticas islámicas. Pero cerca de vencer el plazo, seguía predominando la costumbre árabe en ciertas regiones granadinas, y la connivencia con los turcos abría la posibilidad de un ataque en suelo patrio.
Las amenazas desde Madrid prendieron el levantamiento de los moriscos el día de Navidad de 1568, que se extendió por las escarpadas montañas granadinas. Además de prodiga en episodios de extrema violencia, la Rebelión de las Alpujarras tuvo una duración, dos años, mucho mayor de la prevista por el Monarca. El motivo estuvo en la descoordinación entre los marqueses de Vélez y de Mondéjar, así como en la escasa calidad de las tropas que residían en la península —las unidades de élite estaban en Flandes—. Precisamente para remediar estas carencias, Don Juan de Austria, junto a Luis de Requesens, fueron puestos al mando de tropas llegadas de Italia. Lope de Figueroa, «atendiendo a la experiencia que tiene de las cosas de la guerra», solicitó el mando de uno de esos tercios.
En enero de 1570, se puso al frente del asedio a Galera, en la Alpujarra. Al mes siguiente en Serón, el capitán granadino fue herido —un arcabuzazo en una pierna que le haría cojear el resto de su vida— mientras trataba de reagrupar las tropas. También Don Juan de Austria fue herido en esta refriega, y solo gracias al sacrificio de Luis de Quijada —su antiguo ayo— pudo salvar la vida. Pese a las complicaciones, en marzo el Tercio de Figueroa tomó Tíjola, y para agosto la guerra vivía sus últimos latidos. A la espera de un nuevo destino, Figueroa fue nombrado jefe de los presidios de la Costa de Granada con la misión de capturar y evitar la huida de los moriscos hacia África.
No obstante, un destino mayúsculo exigía su inmediata presencia en Italia. Tras el éxito en las Alpujarras, Don Juan de Austria fue puesto a la cabeza de la Santa Liga (formada por España, Venecia y el Papa), que se proponía hacer frente a la flota otomana. Un enfrentamiento directo, impensable 20 años antes, para el que Lope llevaba preparándose toda su vida militar. Su heroica actuación dejaría profundo recuerdo en la bahía de Lepanto.
La batalla de Lepanto tuvo su episodio álgido en el centro de las escuadras. La capitana turca (la Sultana) embistió, proa con proa, a la de Don Juan de Austria (la Real), donde se encontraba Lope de Figueroa a la cabeza de su tercio, llamado de Granada, dejando unido a un grupo de embarcaciones en una plataforma de 110 metros. El fuego a distancia de los arcabuceros castellanos y su resistencia numantina en el cuerpo al cuerpo, con Figueroa, Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio y otros ilustres soldados combatiendo en primera fila, forzó la derrota otomana. En su tercio combatió como soldado Miguel de Cervantes. Tras finalizar la batalla, el joven Austria envió a Figueroa a Madrid a anunciar la victoria a Felipe II. Allí, la víspera de Todos los Santos de 1571, entregó al Rey el estandarte de la galera Sultana y cantó los pormenores de la batalla.

Wikipedia
Pintura de la batalla de Lepanto
Constituido como «Tercio de la Sacra Liga», la unidad liderada por Figueroa, integrada por 2.456 soldados, continuó con escasos resultados su actividad en el Mediterráneo bajo las órdenes de Don Juan de Austria. No en vano, los intereses siempre oscilantes del Imperio Español volvieron a mirar hacia Flandes. Don Juan de Austria, el nuevo gobernador de Flandes, ordenó el regreso de los tercios castellanos y Figueroa partió de Milán el 22 de febrero de 1578, llegando cerca de Namur el 13 de abril.
Tras vencer en la batalla de Gembloux a las tropas de Guillermo de Orange, el capitán se pasó los siguientes tres años combatiendo a los holandeses. Pero lo hizo bajo el mando de Alejandro Farnesio, ante la muerte el 1 de octubre de 1578 del hijo de Carlos I. Lope portó el féretro de su amigo Juan de Austria con los demás jefes militares, entre ellos el capitán Sancho Dávila, mientras que sus soldados encabezaron el cortejo fúnebre arrastrando sus picas por el suelo flamenco en señal de respeto.
A estas alturas de su vida, el maestre de Campo granadino era una auténtica leyenda, vinculado a la victoria de Lepanto y al difícil arte de combatir sobre galeras. Su dominio de las operaciones anfibias y de los combates navales no encontraba igual en el planeta.

La última gesta, el San Mateo

En 1582 se presentó un nuevo reto para el que nadie parecía preparado: combate entre galeones. Con la conquista de Portugal –«heredada, comprada y conquistada» por Felipe II– se abría un frente en el Archipiélago de las Azores contra el Prior de Crato, apoyado por Francia e Inglaterra, que se negaban a reconocer la autoridad española. Don Álvaro de Bazán dirigió 25 naves de gran tonelaje al encuentro de una flota hostil de 40 naves (la mayoría de menor tamaño) dirigida por Felipe Strozzi, almirante florentino al servicio de Francia.
Lo ocurrido al inicio de la batalla todavía hoy es motivo de polémica. El galeón San Mateo, con Figueroa –jefe de toda la infantería embarcada– y sus mejores hombres a bordo, se adelantó al resto de la flota. Nadie sabe decir si de forma involuntaria o por audaz iniciativa de Lope. Los franceses aprovecharon la ocasión para arrojar tres barcos contra el aislado San Mateo. A pesar de sufrir dos horas de abordaje francés y recibir más de 500 proyectiles, los 250 soldados castellanos, arcabuceros y piqueros, aguantaron imperturbables las acometidas hasta el punto de que el maestre Figueroa tuvo que reprender a los españoles a que no abandonaran su galeón para lanzarse ellos al abordaje. Una vez llegados los refuerzos, con el San Mateo aún trabado, la batalla se situó en la posición que Strozzi había querido evitar: una enorme maraña de barcos luchando cuerpo a cuerpo. La superioridad de la infantería española hizo el resto.
La victoria de la Isla Terceira fue su última gesta. En 1585, tras 27 años de servicio militar, Lope de Figueroa falleció en Aragón víctima de un brote de peste. Recordado por la inmortal Lepanto y por la célebre obra de teatro «El Alcalde de Zalamea», donde su autor Calderón de la Barcaque también combatió en los tercios– le refleja como el clásico capitán gotoso y de humor amargo, fue el héroe de una generación entregada a la milicia y de una población que empezaba a perder el miedo al Mediterráneo.

Fuente: ABC