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viernes, 13 de septiembre de 2024

Espada ibérica la Tène, el verdadero antepasado de la Gladius hispaniensis romana

 La espada la Tène, de origen celtíbero, es la verdadera precursora en la que se basó la gladius de las legiones romanas, y no la falcata como se venía pensando hasta hace pocos años.
Esta espada es frecuente en el nordeste peninsular y más rara cuanto más al sur. Procede también de modelos transpirenaicos, desde donde llegaría en el siglo IV a.c. a la Península Ibérica.
Se trata de un arma de hoja recta de dos filos paralelos, bastante más larga que las espadas anteriores. En la Galia evoluciona durante los siglos III y II a.c. desde los modelos de la Tène I, con hojas entre 41 y 76 cm hasta los de la Tène III con hojas de hasta 90 cm. Este arma fue muy frecuente en el nordeste peninsular, pero también en la Meseta, donde sufre una serie de modificaciones que afectan principalmente al sistema de enganche, ya que se le añaden sendas argollas para llevarla colgada en horizontal de un tahalí que cruzaba el pecho, en vez de vertical, como era normal en los pueblos nórdicos. El sistema de argollas usado por los celtíberos era mucho más práctico.


Espadas+de+La+Tene.jpg (1000×771) | Celtas, Rpg
Espada la Tène



Todos hemos oído hablar alguna vez de la temible espada que lis itálicos adoptaron tras conocer sus virtudes en las campañas en Hispania durante la Segunda Guerra Púnica pero, hasta hace muy pocos años nadie sabía cómo era realmente esa famosa espada.
Durante mucho tiempo se buscó entre las espadas hispanas un candidato apropiado como origen de la espada romana sin resultados satisfactorios. Las espadas romanas antiguas conocidas, muy parecidas a los modelos griegos, eran cortas y punzantes, lo mismo que las tardías, también puntiagudas y aún más cortas, aunque pudieran ser usadas así mismo para golpear de filo; pero nos faltaba el modelo intermedio, precisamente el "gladius hispaniensis", para poder compararlo con las armas indígenas y así tratar de encontrar el modelo del cual derivó.
Al buscar entre las espadas hispanas las principales candidatas eran las espadas de frontón y las de antenas atrofiadas, aunque las dudas seguían pesando más que las certezas ya que, por una parte, las espadas de frontón casi habían desaparecido a finales del siglo II a.C. que es cuando se supone que este gladius fue adoptado, mientras que las espadas de antenas atrofiadas parecían demasiado cortas para haberlas tomado como modelo.
Algunos, en un intento de demostras la cuadratura del círculo, se empeñaron incluso en señalar la falcata, cuando era evidente que esa espada curva difícilmente podía haber sido origen de otra recta.



11 ideas de Espadas | espadas, edad de hierro, guerras púnicas
 
Espada de Frontón


Como decimos, el problema principal era que no se conocían ejemplares reales del gladius romano original, más allá de alguna representación artística, siempre dudosa. Aunque parezca increíble no se tenían identificadas con certeza espadas romanas tardorrepublicanas, con lo que no había nada con lo que comparar las espadas hispanas. Afortunadamente esto ha cambiado en los últimos años, ya que se han encontrado diversos gladius hispaniensis datados entre el siglo II y I a.C. tanto en España como en Francia y otros lugares del mediterráneo. Ahora sabemos que se trata de armas de doble filo y hoja recta de 60/70 cm, con filos paralelos o ligeramente pistiliformes que acaban en una punta aguda. La empuñadura era de espiga y la vaina de cuero o madera. El arma se llevaría colgada en bandolera de una tira de cuero que se sujetaba a la funda por unas argollas laterales.
Al disponer ejemplares del arma romana ya se ha podido buscar el candidato hispano con una mayor seguridad, y todas las pistas apuntan hacia las espadas celtibéricas evolucionadas a partir de modelos de la Tène I, ya que coinciden prácticamente en todo: tipo y longitud de hoja, empuñadura de espiga, vaina de madera/cuero ribeteada e incluso sistema de sujeción.


Fuentes: Los íberos y la guerra, Benjamín Collado Hinarejos

martes, 23 de octubre de 2018

Espada ibérica la Tène, el verdadero antepasado de la Gladius hispaniensis romana

La espada la Tène, de origen celtíbero, es la verdadera precursora en la que se basó la gladius de las legiones romanas, y no la falcata como se venía pensando hasta hace pocos años.
Esta espada es frecuente en el nordeste peninsular y más rara cuanto más al sur. Procede también de modelos transpirenaicos, desde donde llegaría en el siglo IV a.c. a la Península Ibérica.
Se trata de un arma de hoja recta de dos filos paralelos, bastante más larga que las espadas anteriores. En la Galia evoluciona durante los siglos III y II a.c. desde los modelos de la Tène I, con hojas entre 41 y 76 cm hasta los de la Tène III con hojas de hasta 90 cm. Este arma fue muy frecuente en el nordeste peninsular, pero también en la Meseta, donde sufre una serie de modificaciones que afectan principalmente al sistema de enganche, ya que se le añaden sendas argollas para llevarla colgada en horizontal de un tahalí que cruzaba el pecho, en vez de vertical, como era normal en los pueblos nórdicos. El sistema de argollas usado por los celtíberos era mucho más práctico.


Espadas+de+La+Tene.jpg (1000×771) | Celtas, Rpg
Espada la Tène


Todos hemos oído hablar alguna vez de la temible espada que lis itálicos adoptaron tras conocer sus virtudes en las campañas en Hispania durante la Segunda Guerra Púnica pero, hasta hace muy pocos años nadie sabía cómo era realmente esa famosa espada.
Durante mucho tiempo se buscó entre las espadas hispanas un candidato apropiado como origen de la espada romana sin resultados satisfactorios. Las espadas romanas antiguas conocidas, muy parecidas a los modelos griegos, eran cortas y punzantes, lo mismo que las tardías, también puntiagudas y aún más cortas, aunque pudieran ser usadas así mismo para golpear de filo; pero nos faltaba el modelo intermedio, precisamente el "gladius hispaniensis", para poder compararlo con las armas indígenas y así tratar de encontrar el modelo del cual derivó.
Al buscar entre las espadas hispanas las principales candidatas eran las espadas de frontón y las de antenas atrofiadas, aunque las dudas seguían pesando más que las certezas ya que, por una parte, las espadas de frontón casi habían desaparecido a finales del siglo II a.C. que es cuando se supone que este gladius fue adoptado, mientras que las espadas de antenas atrofiadas parecían demasiado cortas para haberlas tomado como modelo.
Algunos, en un intento de demostras la cuadratura del círculo, se empeñaron incluso en señalar la falcata, cuando era evidente que esa espada curva difícilmente podía haber sido origen de otra recta.
Resultado de imagen para espada de fronton
Empezando por arriba se muestra la espada de antenas celta, abajo la de frontón.


Como decimos, el problema principal era que no se conocían ejemplares reales del gladius romano original, más allá de alguna representación artística, siempre dudosa. Aunque parezca increíble no se tenían identificadas con certeza espadas romanas tardorrepublicanas, con lo que no había nada con lo que comparar las espadas hispanas. Afortunadamente esto ha cambiado en los últimos años, ya que se han encontrado diversos gladius hispaniensis datados entre el siglo II y I a.C. tanto en España como en Francia y otros lugares del mediterráneo. Ahora sabemos que se trata de armas de doble filo y hoja recta de 60/70 cm, con filos paralelos o ligeramente pistiliformes que acaban en una punta aguda. La empuñadura era de espiga y la vaina de cuero o madera. El arma se llevaría colgada en bandolera de una tira de cuero que se sujetaba a la funda por unas argollas laterales.
Al disponer ejemplares del arma romana ya se ha podido buscar el candidato hispano con una mayor seguridad, y todas las pistas apuntan hacia las espadas celtibéricas evolucionadas a partir de modelos de la Tène I, ya que coinciden prácticamente en todo: tipo y longitud de hoja, empuñadura de espiga, vaina de madera/cuero ribeteada e incluso sistema de sujeción.


Fuente: Los íberos y la guerra, Benjamín Collado Hinarejos

lunes, 10 de agosto de 2015

La Devotio, el código de honor de los iberos.


Entre los iberos, como entre los germanos y los celtas, existió una institución social y militar, no fundada en la sangre sino en una relación personal libremente contraída de fidelidad y servicios recíprocos, creada preferentemente para la guerra.


Una forma especial de ese vínculo entre los iberos, especialidad originada por un fin que no aparece en la forma genérica, la devotio, fue arrancada por los celtistas al medio ibérico y aclimatada en las Galias como celta, por una mala lectura que de César hizo Nicolás de Damasco. Dos historiadores, uno de la antigua Galia, otro de la España primitiva, la han restituído a su verdadero e indudable origen ibérico.





La devotio ibérica es una costumbre que se encuentra en varios pueblos prerromanos de toda Europa (iberos, celtas, cántabros, celtí­beros, lusitanos, etc). A través de ella un guerrero (devotus) engrosaba la clientela de un personaje importante (patronus) mediante un contrato por el que se comprometí­a a defender a aquél y a no sobrevivirle en el combate. Se cree que existí­a algún tipo de ritual o ceremonia para su consagración, pero se desconoce en qué consistí­a. El honor y la lealtad son los principios que rigen esta figura.
Otros pueblos tenían un tipo de clientela parecida: los galos la de los soldurii y los germanos el comitatus, aunque en esta no existía el juramento ante los dioses.
La devotio ibérica era una forma especial de clientela militar existente en la sociedad ibera prerromana. Se trataba de vincularse por una doble vertiente:
    Por un lado, los clientes o devoti, consagraban su vida a su rey o jefe, al que tenían la obligación de proteger en el combate, a cambio de su protección, mantenimiento y un mayor estatus social, ya que el jefe pertenecía a la clase dominante, y esto se reflejaba en sus clientes.
    La otra vertiente, es la divina. Los soldurios, consagraban su vida a una divinidad para que se dignase a aceptarla en el combate a cambio de la salvación de su jefe; por ello, debían protegerle con sus armas y su cuerpo aun a costa de su vida. De ahí, que los devoti, estuviesen obligados a suicidarse en caso de que su jefe muriera, ya que sus vidas eran ilícitas al no haber sido aceptadas en trueque por la divinidad. El ofrecimiento de una vida para lograr la salvación de otra supone la creencia en una divinidad de la muerte, cuya actuación, si no puede detenerse, es susceptible de ser desviada. Si los guerreros fallaban en su misión de protección y su jefe moría, éstos se quitaban la vida por su propia mano ya fuese con armas si aún disponían de ellas, o incluso tirándose por un acantilado, se describen situaciones en las que cientos de íberos se lanzaban por los acantilados para cumplir con la devotio y para no caer en manos enemigas, para ellos era una cuestión de honor.


La devotio tenía un fuerte elemento religioso, la vida del jefe se encuentra más que ninguna otra expuesta al trance fatal y no sólo como efecto de que el enemigo, durante la pelea, había de dirigir sus golpes con preferencia contra él, sino porque podía comprometer por medio de la intervención de un elemento mágico a las potencias sobrenaturales para que arrebatasen aquella vida. El medio de desviar la acción de estas potencias así atraídas, era el de establecer una relación contractual con ellas, para obligarlas a que en el momento de su intervención, aceptasen el sacrificio de la vida que se les ofrecía a cambio.




Cuales eran los nombres de esas divinidades entre las tribus iberas y celtíberas? He aquí una pregunta a la que por el momento no puede darse contestación. Se ha hecho mención en algunos escritos, de una diosa infernal, Ataecina turibrigense, pero son meras conjeturas. Eran divinidades celestes o telúricas? Como la anterior queda incontestada, esta pregunta; únicamente ateniéndose a lo que sucedía en la devotio romana podría concluírse que eran divinidades infernales, pero no se tiene por el momento ninguna información fidedigna sobre las divinidades ibéricas a las cuales se invocaba durante la devotio.
En la devotio influyó el extraordinario poder de atracción que sobre el ánimo de los íberos ejercieron las cualidades personales de los líderes natos, dese Viriato a Escipión pasando por Sertorio.
Un ejemplo de juramento de la devotio, se puede encontrar en el concluido por Escipión y el líder ilergete Indíbil, poco después de abandonar éste el partido de los cartagineses, a causa de los atropellos de que le habían hecho víctima, sintiéndose traicionado. Según cuenta Polibio, se instituyó entre ambos, mediante la promesa verbal "fides", fortalecida por la prestación de un juramento o alianza, concluído no con carácter transitorio sino permanente. 


Se ha visto que la devotio era un contrato independiente del que se concluía con el jefe, que expresaba la relación establecida entre un hombre y la divinidad en favor de una tercera persona, la cual para nada tenía que intervenir en la institución del pacto. En cuanto a la consideración, por parte de los soldurios, de la ilicitud de la vida una vez muerto el jefe, pronto se va a ver que respondía a otro orden de ideas, teniendo un origen distinto del de la institución de la devotio.
Suponiendo que no sea consecuencia de la devotio, en la que era esencial salvar la vida del jefe a toda costa, la ilicitud de la vida de los soldurios, ¿a qué orden de ideas obedecía y cuál era su causa? Una vez muerto su jefe y quebrantado su juramento de lealtad debido a que no habían podido protegerlo, la vida ya no tenía sentido y lo más honorable para ellos era ponerle fin, no es raro encontrar entre los hombres de la España primitiva el suicidio. Los escritores de la antigüedad presentan a esos hombres esperando la muerte violenta con íntima alegría y siempre prestos a ofrecerse a ella en determinados momentos.
Este desprecio a la vida, según ellos, lo engendra el valor y se desenvuelve en el ambiente de lucha continua en que viven las tribus. En el tiempo actual se habla del fanatismo en la defensa de la patria propio a nuestro pueblo. Todos los suicidios se pliegan dócilmente a esas explicaciones; por lo general, tras la mención del hecho surge el comentario de la inutilidad de la vida sin las armas, o al hablar de la íntima unión que entre ellas y los hombres se percibe, se habla de su profundo desprecio hacia la vida. Asi Silio, describiendo el carácter de los españoles, ensalza el esfuerzo de su ánimo para acelerar el fin de la vida, esto recuerda a los samuráis, que tenían una actitud similar. De igual manera Tito Livio, tras de contar cómo muchos de los desarmados por Catón se suicidaron, dice que obraron de tal manera poeque no podían vivir sin guerrear.





Esta práctica estaba muy extendida, y no sólo se usaba entre miembros del mismo pueblo: según historiadores clásicos (Tito Livio y Plutarco entre otros), los generales romanos que fueron a la Península, utilizaron escoltas formadas por devoti. Para estos militares, la devotio tenía ventajas sobre la clientela romana: el juramento a los dioses obligaba al cliente con más fuerza, aunque era una fidelidad interesada como la de Sagunto a Roma o la de los edetanos a Escipión. Es probable que las defensas de ciudades como Numancia o Sagunto, y la resistencia que mostraban los guerreros frente a los romanos tuviese como fondo la devotio, que impedía su rendición sin órdenes directas de su jefe.
En el contacto entre los Romanos y los hispanos, los generales se vincularon a la devotio ibérica e incluso, durante las guerras civiles del último siglo de la República Romana, varios generales romanos emplearían este sistema para rodearse de una perfecta y leal guardia personal; éste sería el uso empleado por Sertorio, César y Afranio.
Con el tiempo, como ya hemos visto, Roma utilizó esta institución, al igual que el hospitium y otras, respetándolas primero y modificándolas conforme a sus intereses después.

Notas:
1. La devotio consiste en una forma más que asume la clientela militar, siendo una institución que se forma en el tránsito de una sociedad sin clase a una de clases.
2. Al estar basada en la guerra el mantenimiento de la coerción militar es indispensable.
3. El aspecto religioso es básico como distintivo de las otras formas de clientelas militares; éste servirá:
a) como recuerdo de la ilusión perdida.
b) como forma de reforzamiento ideológico de la dependencia que ya existía en el plano material.
4. No hay que concebir la devotio como algo estático sino dinámico, con cambios producidos por los mismos conflictos sociales internos y externos.
5. La intervención romana fue primordial para que se realizase la transformación y extinción de la devotio, a través de diversos mecanismos:
a) asimilándola a los generales romanos
b) como forma de reclutamiento
c) como instrumento inductor del culto imperial
d) fusionándola y asimilándola a las instituciones romanas más cercanas: clientela, votum, culto imperial.


Fuentes: "La "devotio" ibérica. Los soldurios." Anuario de Historia del Derecho Español, Tomo I, Madrid, 1924

jueves, 7 de mayo de 2015

El Saludo "Romano" Ibérico



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Según el gran arqueólogo español de la primera mitad del siglo XX, J. Cabré, el característico saludo de los íberos con el brazo extendido y la mano abierta, de entre los siglos V al I a. C., fue adoptado por los romanos conjuntamente con el “Gladius Hispaniensis” (espada ibérica) al entrar estos en contacto con los pueblos hispanos. Sería pues, según Cabré, un saludo genuinamente íbero el que se utilizó posteriormente en todo el Imperio Romano como saludo tradicional. El conocido como “saludo romano”.
Para los íberos era un gesto revestido de especial sacralidad, pues en los exvotos de los santuarios, ellos mismos se auto representaban, con frecuencia, saludando e invocando a las Divinidades en pie y efectuando el “saludo étnico” tradicional de su Pueblo.
Los romanos no hicieron sino asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales. De hecho, los romanos se refieren a este como “SALUTATIO IBERICA”.
Si era autóctono o llegó procedente de Oriente (de Fenicia o de Grecia), no se sabe. Pero sí sabemos que los romanos debieron verlo allí por primera vez, porque los historiadores de la época y de la inmediata posterior describen ese saludo como saludo de paz, y lo tratan como una novedad. Lo cual indicaría que no lo habían visto ni en Grecia ni en Cartago (culturas para ellos ya bien conocidas en la época). Y, además, al ser los cartagineses los fenicios de Occidente, podríamos deducir que tampoco se utilizaba en Fenicia. Todo esto lo digo para reforzar la tesis de su origen español.
Las primeras citas que recogen este saludo, están en las campañas militares con las que comienza la II guerra púnica, como saludo de paz de los íberos. Y, para reforzar la tesis, digamos que en aquella época, importantes contingentes hispanos (tanto en infantería como, sobre todo, en caballería), formaban parte habitual de los ejércitos cartagineses, pero las fuentes romanas atribuyen el saludo sólo a los íberos, y no al conjunto del ejército cartaginés.
Por su presencia en exvotos, lo que también le daría al saludo un componente religioso, diríamos que era un saludo de uso general, en el que se deseaba paz (a veces, también sumisión) hacia quien iba dirigido.
El saludo habitualmente representado, es de la palma derecha levantada, con el brazo flexionado, presentando la palma a la persona a quien se le hace. Pero en las legiones, al convertirse en saludo militar, se hacía de una forma más rígida, flexionando un poco el brazo, o manteniéndolo recto, sin flexionarlo (entonces, en vez de extenderse verticalmente, se hacía inclinado unos 45º sobre la horizontal, y con la palma hacia abajo…vamos, como el que se conoce en la actualidad).
Insisto en que su significado fue siempre de paz y de respeto (se mostraba la palma desnuda, sin ningún arma), tanto para fines religiosos, como civiles y militares.
Desde estas primeras citas hasta su uso generalizado en Roma pasaron unos dos siglos. Podemos aventurar que es muy posible que el saludo empezaran a emplearlo las legiones que combatieron en Hispania en la 2ª guerra púnica, y que, una vez licenciados, los legionarios de las mismas lo siguieran utilizando entre ellos como un símbolo de identidad y corporativismo.
Poco a poco, el saludo fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población. Y terminó siendo oficial como saludo militar (junto al más tradicional de poner el puño derecho sobre la parte izquierda del pecho), como saludo civil tradicional, y como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia (audiencias del César, juramentos solemnes, etc…).

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El primer texto romano en que aparece una referencia (aunque no muy clara) al saludo, es de Tito Livio. Los hechos se refieren a la capitulación de una ciudad, Oringis, Auringis, o Aurgi (Jaén) ante los romanos, comandados por uno de los gloriosos generales que dio la familia de los Escipiones, Publio Escipión. Ocurrieron hacia el año 207 aC.
No es la mejor cita sobre el saludo (es algo confusa), pero sí la primera en la que textos romanos se refieren a esa forma peculiar de saludar.
Para entender bien a qué se refiere, pongo el texto en que se cita, precedido del texto previo, para ubicarlo en el tiempo y el espacio:
“Salió Cneo Escipión a prestarles ayuda a los aliados y a la guarnición romana con una legión ligera, entró en la ciudad por entre los dos campamentos causando muchas bajas al enemigo, y al día siguiente hizo una salida brusca con un resultado igualmente favorable. Los muertos en los dos combates pasaron de los doce mil, y de mil los prisioneros; enseñas militares se capturaron treinta y seis. Se produjo así la retirada de Iliturgi. A continuación iniciaron los cartagineses el asedio a la ciudad de Bigerra, aliada de los romanos también ésta. La llegada de Cneo Escipión la liberó del asedio sin tener que combatir.
Desde allí se trasladó a Munda el campamento cartaginés, y allá los siguieron los romanos a toda prisa. Se libró allí una batalla campal de casi cuatro horas en la que iban venciendo claramente los romanos cuando se dio la señal de retirada, porque le había atravesado el muslo a Cneo Escipión una jabalina y los soldados que estaban en torno a él temían que la herida fuese mortal. Pero no había duda de que se podían haber tomado aquel día el campamento cartaginés de no haber sobrevenido aquel contratiempo, pues aparte de los soldados también los elefantes habían sido rechazados hasta la empalizada y fueron acribillados con jabalinas treinta y nueve de éstos encima mismo de las trincheras. Se dice que también en esta batalla hubo cerca de doce mil muertos y que fueron capturados cerca de tres mil hombres y cincuenta y siete enseñas militares. De allí los cartagineses se retiraron a la ciudad de Auringis y los siguieron los romanos para echárseles encima mientras eran presas del pánico.”
(Tito Livio, en XXIV, 41 y 42)
En el siguiente es donde aparece la referencia al saludo. Como se ve, el resultado fue desastroso para los bastetanos que combatían en los ejércitos de Cartago:
“Después, los habitantes cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente. Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y mostrando desnudas las diestras para que se viera bien que habían arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad.
Mientras tanto, en otros puntos se destrozaban y echaban abajo las puertas con hachas y dolabras y, a medida que iban entrando los jinetes, se dirigían a galope a ocupar el foro, pues ésas eran las órdenes recibidas; a la caballería se habían sumado también un cuerpo de triarios; los legionarios invadieron los restantes puntos de la ciudad. Se abstuvieron de saquear y de matar a los que encontraron, salvo si ofrecían resistencia armada. Fueron puestos bajo custodia todos los cartagineses y también los cerca de trescientos habitantes de la plaza que habían cerrado las puertas; a los demás les fue entregada la ciudad y devueltos sus bienes. En el asalto de aquella ciudad cayeron cerca de dos mil enemigos y no más de noventa romanos.”
(Tito Livio XXVIII 3 y 4)
De este texto, y otros posteriores, los historiadores expertos en interpretar textos latinos de la época deducen que los romanos no habían visto antes un saludo semejante.
Es también digno de resaltar que el texto romano, en el 208 aC, habla de los cartagineses y los hispanos (no de los bastetanos). Y, sin embargo, y a pesar de estas pruebas, 2.200 años más tarde hay unas ideologías, dentro de España, que se obstinan en negar la existencia de “Hispania”, no sólo en aquellos tiempos, sino en épocas posteriores, más próximas a nosotros.

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Representaciones del saludo ibérico en piezas del Museo Nacional de Arqueología de Madrid.


Fuente: https://josuegonzalez.wordpress.com/2014/03/23/el-saludo-iberico/

lunes, 23 de marzo de 2015

Los Iberos del Mar Tirreno




En el siglo V a C, el historiador griego Tucídides afirmaba que los habitantes de la mitad occidental de Sicilia eran iberos, una idea que fue repetida por otros autores helénicos como Filisto de Siracusa, Éforo de Cumas y Estrabón. Éforo indicaba, además, que los iberos habían sido los más antiguos pobladores de la isla. Por su parte el geógrafo Pausanias relató que unos iberos dirigidos por Nórax, nieto del mítico rey Gerión, se trasladaron a Cerdeña y fundaron en esta isla la ciudad de Nora.  

Las relaciones culturales entre estas dos áreas geográficas se remontan a los inicios del Neolítico, cuando se extendió el uso de la cerámica impresa y cardial en los países del Mediterráneo occidental. La difusión de estas innovaciones culturales parece haberse iniciado durante el VI milenio a C y alcanzó la Península Ibérica en el V milenio a C. Varios grupos de agricultores prehistóricos pudieron haberse desplazado de este a oeste en busca de nuevas tierras de cultivo, llevando a cabo una lenta y paulatina colonización. Los que se establecieron en nuestra península debieron de entremezclarse con la población anterior, de origen paleolítico. Poco después se originó la cultura de los megalitos en las costas atlánticas, que se difundió por el occidente europeo y llegó hasta las islas de Cerdeña, Sicilia y Malta. Esta cultura continuó desarrollándose en la Península Ibérica durante la Edad del Cobre, época en que se inició el uso de la cerámica campaniforme en el estuario del río Tajo. Desde las costas atlánticas, la cerámica campaniforme también se difundió por una gran parte de Europa, incluyendo Cerdeña, Sicilia y algunas zonas de Italia.

La cultura del vaso campaniforme tuvo su final en el siglo XVIII a C, época en que floreció la cultura de El Argar, sustituida a su vez por la cultura de Tartessos a partir del siglo XII a C. Estas dos importantes culturas del sur de Iberia también muestran algunos elementos que las relacionan con las culturas contemporáneas de Sicilia y Cerdeña. De hecho, los contactos comerciales entre la isla de Cerdeña y la Península Ibérica fueron bastante frecuentes a finales de la Edad de Bronce, en los siglos X y IX a C.

En Cerdeña se había desarrollado la cultura nurágica entre los siglos XVIII y X a C, que debe su nombre a la construcción de unas torres de piedra llamadas nuragas. Esta cultura tiene sus paralelos en las islas Baleares, cuyos habitantes ibéricos construyeron a su vez otras torres denominadas talayots, algunas de las cuales son muy parecidas a las nuragas de Cerdeña. No obstante la cultura balear de los talayots comenzó en una fecha más tardía que la cultura sarda de las nuragas, de modo que la difusión de este tipo de construcciones debió de producirse de este a oeste, a diferencia de lo que había ocurrido con los megalitos y la cerámica campaniforme. Hay que señalar, por otra parte, que la isla de Menorca fue llamada Nura, un nombre muy semejante al de la ciudad de Nora y al de las nuragas. En Cerdeña también se documentan los topónimos Nurae y Nurri, y en la propia Italia encontramos Nure y Nurae. En la lengua sarda actual, “nurra” significa “montón de piedras”, lo cual nos proporciona la etimología del término “nuraga”, cuyo origen debe de ser muy antiguo.

Respecto a Sicilia, Tucídides cuenta que los habitantes de la parte occidental, denominados sicanos, eran de origen ibero, aunque ellos creían ser los más antiguos moradores de la isla. Otro autor griego del siglo III a C, Timeo de Taormina, consideraba a los sicanos como un pueblo autóctono, mientras que Filisto de Siracusa también pensaba que eran ibéricos. Es posible que ambos autores tuviesen razón y que los llamados sicanos llevasen mucho tiempo asentados en la isla pero aún conservasen un antiguo parentesco étnico y cultural con los iberos, como puede deducirse del testimonio de Éforo de Cumas, otro autor del siglo IV a C. También nos cuenta Tucídides que en la parte oriental de la isla vivían los sículos, llegados a la isla desde Italia alrededor del año 1000 a C, cuando los sicanos ya estaban asentados en ella. Actualmente se sabe que los sículos eran un pueblo de lengua indoeuropea, muy diferente por tanto a los iberos. Los sículos formaban parte de una gran migración de pueblos que penetraron en Italia desde el norte a finales de la Edad de Bronce.

Respecto a los nombres de los sículos y los sicanos, que resultan tan parecidos, éstos debieron de ser aplicados por los griegos que colonizaron Sicilia en los siglos VIII y VII a C, en base a la denominación por la que fue conocida esta isla entre los pueblos del mar Egeo. De hecho, el topónimo Sikelia, muy semejante a Sicilia, se documenta en varios lugares de la antigua Grecia, y también se sabe que un pueblo que vivía en una región costera del Egeo a finales de la Edad de Bronce fue llamado shekelesh por los egipcios y sikalayu por los sirios. Esta tribu de origen egeo-anatólico, uno de los llamados Pueblos del Mar, podría haber dado su nombre a la isla de Sicilia entre los siglos XIII y XII a C, ya que es muy posible que estableciese entonces alguna colonia o factoría comercial en la costa de Sicilia. Así pues, ni los sicanos de origen ibérico ni los sículos de origen indoeuropeo debían de darse estos nombres a sí mismos, pues tales denominaciones se explican simplemente por el hecho de haber ocupado dos regiones diferentes de Sicilia. De hecho, los sículos debían de ser un grupo de ítalos que se trasladó desde el suroeste de Italia hasta Sicilia, ya que Filisto de Siracusa consideraba a Sicelo, el héroe epónimo de los sículos, como el hijo de otro legendario patriarca llamado Ítalo. También el río Sicano de Iberia, que suele identificarse con el Júcar o con el Segre, debió de recibir este nombre de los navegantes griegos, y no de los iberos que poblaban la costa oriental de nuestra península.

Por último hay que añadir que el poeta romano Virgilio mencionó a los sicanos entre los antiguos habitantes de Italia, pero posiblemente se refiriese a los “sículos” o ítalos de origen indoeuropeo, y no a los “sicanos” de origen ibérico, ya que en su relato, los sicanos van acompañados de los ausonios, otra tribu indoeuropea que suele emparentarse con los ítalos.

En conclusión, las relaciones culturales entre la Península Ibérica y las islas del mar Tirreno fueron constantes desde el Neolítico hasta los inicios de la Edad de Hierro, y probablemente llegaron a producirse contactos directos entre los habitantes de estas dos zonas geográficas. Se puede deducir por tanto que existió un parentesco étnico entre estas poblaciones prehistóricas del Mediterráneo occidental, el cual se confirma a través de los testimonios de Tucídides, Filisto y Éforo. Sin duda estos autores debieron de constatar la semejanza que existía entre los iberos y los antiguos habitantes de Sicilia, en lo que respecta a sus costumbres y a sus lenguas. Resulta además factible que, entre el III y el II milenio a C, algunos grupos ibéricos se hubiesen trasladado hasta el noroeste de África, una zona en la que también se difundió la cultura de los megalitos y la cerámica campaniforme, y desde allí hubiesen llegado hasta las cercanas islas de Sicilia y Cerdeña, o bien que hubiesen alcanzado estas islas desde las Baleares. La presencia de iberos en Sicilia durante el II milenio a C, cuando la isla era visitada por comerciantes cretenses y micénicos, explica las innovaciones de origen egeo que se han encontrado en la cultura ibérica de El Argar. Los sicanos podrían haber mantenido a su vez contactos comerciales con sus antiguos parientes étnicos de Iberia y, de este modo, habrían desempeñado el papel de intermediarios en ese proceso de difusión cultural desde el mar Egeo hasta la Península Ibérica.    

           
FUENTES CLÁSICAS CITADAS

Éforo de Cumas (citado por Estrabón en “Geografía” VI, 2, 4)
Estrabón, “Geografía” VI, 2, 4
Filisto de Siracusa (citado por Diodoro Sículo en “Biblioteca Histórica” V, 6, 1 y por Dionisio de Halicarnaso en “Antigüedades Romanas” I, 22, 4)
Pausanias, “Descripción de Grecia” X, 17, 5
Timeo de Taormina (citado por Diodoro Sículo en “Biblioteca Histórica” V, 6, 1)
Tucídides, “Historia de la Guerra del Peloponeso” VI, 2
Virgilio, "Eneida" Libro VIII

lunes, 19 de mayo de 2014

La raza aria original: la raza mediterránea. De Iberia a Troya.


La raza aria original: la raza mediterránea.


Introducción
Muchas veces se ha hablado de la raza aria y de como sería físicamente. Dejamos claro que cuando hablamos de raza aria, nos referimos a la raza madre de los europeos, hoy llamada caucásica o blanca, sin entrar en discusiones profundas de si el término es correcto o no, ya que no hay un término perfecto, de hecho los términos "blanco" o "caucásico" tampoco son del todo exactos. Históricamente la llamada "raza aria" y su relación o identificación con los pueblos de raza blanca es una hipótesis basada principalmente en el origen común de las lenguas indo-europeas, ya que el sanscrito es indoeuropeo y en teoría debió ser introducido en esa zona de Asia por una élite minoritaria de raza blanca. Estamos ante un tema controvertido con disparidad de opiniones. 
En todo caso la relación cultural sería solamente lingüística, ya que en lo demás la cultura hindú tenía muy poco en común con la mayor parte de creencias paganas de las poblaciones occidentales (germanos, griegos, latinos, eslavos, etc) de la Antigüedad, no hubo continuidad religiosa, y esta no fue causada por ninguna causa externa como lo sería la conversión a otra religión. Si no hubo continuidad religosa resulta imposible que los indo-arios sean los ancestros directos de los pueblos europeos citados anteriormente. Con lo cual no tiene sentido buscar las "raíces culturales de la raza aria" en la religión hindú. Este error viene de algunos círculos esotéricos influenciados por la masonería y también de la teosofía (Siglo XIX), que no era más que una pseudo religión de la cual procede la new age, inventada por una lunática ocultista con ínfulas de grandeza, muy influenciada por la masonería (Blavatsky). Es evidente pues que esa pequeña población indo-aria no podía ser el foco original y exclusivo de los arios del que partieron los pueblos europeos, si no un foco diferente que se estableció allí y no migró jamás a Occidente. Por la información que tenemos actualmente a nivel arqueológico y antropológico es muy probable que hubiesen varios focos de poblaciones arias que tomaron caminos diferentes desde un punto de origen "desconocido".

 (Leónidas y sus trescientos espartanos) 




El concepto germánico del siglo XIX

Los nordicistas del siglo XIX y principios del XX decían que los arios eran rubios y de ojos azules basándose en algunas descripciones de antiguas escrituras y en que supuéstamente sus tierras originales estaban muy al norte. Se ha reconocido que todos los pueblos indoeuropeos están relacionados con la raza aria o blanca pero ésta no se limita a los pueblos indoeuropeos, ya que existieron varios pueblos pre-indoeuropeos de origen autóctono europeo con una cultura y unas características raciales demasiado similares a las de los pueblos anteriormente mencionados. Debido a esa corriente del siglo XIX los arios, popularmente siempre han sido asociados con los nórdicos a los cuales se les ha dado una posición de "mayor pureza racial" frente a otros pueblos como el mediterráneo, basándose en el mito de que "contra más rubio más puro" nada más lejos de la realidad. El nordicismo chauvinista del siglo XIX y principios del XX (de historiadores anglosajones por lo general) respondía a un complejo de inferioridad histórica ya que estos pueblos habían estado catalogados como bárbaros y como culturalmente inferiores desde los tiempos de Roma, además siempre estuvieron por detrás de Reinos mediterráneos como España o Francia, con lo cual fué un intento por exaltar su orgullo racial desde una posición demasiado exagerada y surrealista. Los historiadores romanos en su momento exageraron en la crítica contra estos pueblos bárbaros y parece ser que para los nordicistas anglosajones lo mejor para equilibrar la balanza histórica era crear un nordicismo basado en unos argumentos mucho más exagerados y tendenciosos que las antiguas críticas romanas... Por suerte el nordicismo pronto fué relegado al olvido y sustituido por la hermandad entre los pueblos europeos instaurada sobretodo por los fascismos durante la Segunda Guerra Mundial.


Mediterráneos y nórdicos, un mismo origen
En varias escrituras sobre todo provenientes de la India, se describe a una gran parte de los “arios” que allí habitaban de castas nobles como individuos típicamente mediterráneos con piel blanca o ligeramente cobriza, pelo castaño o negro y facciones claramente "occidentales". Los indo-iranios por otra parte, "hermanos" de los indo-arios, también tenían un aspecto similar. En la actualidad aún existen indios de casta alta con estas características físicas. También se podían encontrar rubios de ojos claros, que seguramente formaban parte de una antigua escisión de los celtas. Otro caso sería el de la civilización micénica y minóica de la Antigua Grecia y Creta, así como los Etruscos, civilización que contribuyó en gran medida en la creación de Roma, todas de aspecto puramente íbero o mediterráneo con un gran nivel cultural, pero que no es considerada como indo-europea, ya que, como debemos resaltar, el término indo-europeo es simplemente lingüístico.
En los tiempos de la República, los romanos se preciaban de ser morenos, para ellos el cabello rubio o pelirrojo era propio de sus molestos vecinos del Norte, los bárbaros galos. Los enemigos políticos de Catón afirmaban que su cabello rubio y sus ojos azules demostraban el origen plebeyo de su familia y su descendencia de esclavos galos, y lo mismos argumentos usaron contra su descendiente Catón de Utica. 
 
Podemos observar que las principales culturas, civilizaciones, religiones y líderes militares fueron esencialmente mediterráneas; Pericles, Leónidas, Rómulo, Héctor de Troya, Ayax, Anibal, Julio César, Alejandro Magno, Viriato, los Escipiones, Pompeyo, Cromwell, Cortés, Pizarro, Napoleón, entre otros, eran mayormente de sangre mediterránea. Algunos nordicistas de principios del siglo XX (siempre han sido cuatro gatos) manipularon a conciencia la apariencia física de varios personajes romanos de suma importancia como es el caso de César Augusto, el cual pintaban como nórdico, cuando la realidad era muy distinta según los historiadores romanos... "El biógrafo Suetonio decía de él que «Poseía una rara belleza (...) Tenía unos ojos vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena y blanca, corta estatura (...)." Cabello algo rubio... es decir entre castaño claro y rubio ceniza, tez entre morena y blanca, cejas juntas, nariz aguileña puntiaguda, corta estatura... características más bien propias de los europeos mediterráneos, concretamente, un fenotipo etrusco-mediterráneo con influencia celta.

  (Pintura antigua de Alejandro Magno, las crónicas griegas afirman que tenía el pelo castaño claro) 


(Utensilio etrusco, adornado con svásticas)



Esto nos demuestra y a la vez da lógica a otros fenómenos. La historia demuestra que aunque han habido grandes pueblos de origen nórdico-germánico como el visigodo o los francos, las civilizaciones mediterráneas han sido superiores a los pueblos del norte y de hecho éstos asimilaron la cultura cristiana greco-latina como propia, evidenciando que ellos mismos aceptaban la superioridad cultural de la misma.
 
En lo racial, si como decían los nordicistas, los arios sólo eran rubios y de ojos azules, entonces todas las demás etnias europeas según ellos eran producto de mezclas con otras razas africanas o asiáticas, pero si esto fuese así, no existirían cientos de millones de individuos en Europa, incluyendo en los propios países nórdicos, que són claramente de piel blanca y con facciones idénticas a las de los rubios pero con el pelo y los ojos oscuros, si fuesen producto de la mezcla con otras razas (negra o asiática) tendrían una genética diferente, su piel se habría oscurecido notablemente y sus facciones habrían cambiado drásticamente como sucedió con el mestizaje en América del Sur o como pasa hoy en día en  Estados Unidos; por el contrario en determinadas zonas eslavas así como en algunas zonas de Finlandia en los cuales abunda la gente rubia de ojos azules existe un apreciable aporte racial asiático, lo cual demuestra que un análisis tan superficial, manipulado y chauvinista no sirve para nada. Para algo tenemos los estudios genéticos actuales (de fácil acceso para todos como los de Genographic) que avalan lo dicho y echan por tierra las locas teorías nordicistas, demostrando por ejemplo que un noruego con el pelo negro, uno rubio y otro pelirrojo tienen exáctamente los mismos haplogrupos genéticos. Sólo hay que estudiar la época vikinga, para observar como contráriamente a la imagen anglosajona que han vendido en los últimos dos siglos, los individuos de pelo oscuro abundaban.


Esto da más firmeza a la hipótesis de que en la raza aria original habían dos etnias bastante bien definidas, estas eran la "nórdica" y la "mediterránea". Lógicamente deben tener otros nombres dentro de su cultura original, pero aquí los calificamos basándonos en las zonas que han acabado ocupando en Europa. Ahora vamos a aclarar la cuestión que antes hemos sacado a relucir, pero con esta teoría de las dos etnias arias. La explicación a que en Europa hayan pueblos enteros de piel totalmente blanca y pelo y ojos de diferentes colores que abarcan desde el castaño claro al negro (los ojos azules o verdes también se han encontrado siempre en poblaciones mediterráneas aunque con mucha menos asiduidad que los castaños u oscuros) se debe a que estos pueblos son una mezcla entre los nórdicos y los mediterráneos, de ahí que haya esta variedad étnica y estética, muy similares entre si en Europa. Por otro lado me gustaría aclarar que pueblos actuales como los árabes, no provienen de ninguna raza original concreta, ya que són producto de la mezcla en mayor o menor medida entre pueblos mediterráneos, pueblos de raza negra y semitas, fácilmente demostrable si estudiamos sus facciones y características raciales en general, así como sus haplogrupos genéticos.

Se puede apreciar la gran similitud de facciones entre las principales etnias europeas: 




(Mujer turca-mediterránea de ascendencia greco-bizantina)
  
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(Mujer nórdica de Suecia)



(Mujer mediterránea celtíbera de España, se puede apreciar su piel bronceada)




(Mujer mediterránea escocesa) 




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(Mujer mediterránea umbro-latina de Italia)
  



Imagen relacionada 
(Mujer germánica de Francia)

Nosotros los españoles tenemos una muy importante cantidad de genes de esta raza mediterránea representada por el pueblo romano y el íbero, el cual puede ser calificado como su pueblo primigenio y que se extendió principalmente por todo el meditarráneo europeo. Pero en la Italia Romana y la Grecia Antigua (Esparta y Troya) la etnia ibero-mediterránea es donde tuvo un papel más importante y conocido por la historia creando las dos culturas más importantes de la civilización occidental, se sabe que tanto en Grecia como en Roma habían nórdicos y mediterráneos dependiendo de la zona predominaban unos u otros, aunque estos últimos eran una abrumadora mayoría sobretodo en Roma y el centro y sur de Grecia, el pueblo de los Dorios fué el único de origen nórdico que tuvo cierta influencia en la Antigua Grecia, siendo una minoría dentro de la población helénica, mayoritariamente mediterránea. Un caso muy gráfico sería el del orígen de Roma, la leyenda de los dos hermanos Rómulo y Remo. Rómulo era moreno y de ojos oscuros, fuerte y de rasgos perfectos, Remo era rubio y de ojos azules, con los mismos rasgos que su hermano. Cuando crearon Roma hubo una disputa entre ellos y como ganó Rómulo, Remo no lo acabó de aceptar y acabó provocando a su hermano, hay muchas versiones sobre esta historia pero lo importante es que Remo acabó muerto y Rómulo de aspecto claramente íbero se erigió como fundador y primer rey de Roma.

(Pintura minoica, curiosamente recuerda a las pinturas egipcias)




(Pintura moderna representativa de los Íberos)



(Comparación de rasgos faciales entre una escultura griega y un griego actual)


(A la izquierda el emperador romano Caracalla, a la derecha un actor romano actual, Vinicio Marchioni, el parecido es sorprendente.)



Los últimos estudios genéticos realizados sobre el cadáver de Tutan Kamon confirman que las familias reales egipcias y la clase noble de esa época fué formada por individuos racialmente idénticos a los celtíberos, pertenecientes al haplogrupo R1B (también estaban presentes los haplogrupos E-V13 y J2 en menor proporción) y de hecho solo hay que ver las pinturas y esculturas egipcias en las cuales aparecen seres con facciones occidentales y de piel cobriza (acentuado por el clima de allí) para darse cuenta de que esto es totalmente cierto.

Otro caso muy interesante és el de Troya. En 2009 se encontraron unos cuerpos del 1200 a.c. que correspondían a individuos de etnia íbera, con este hallazgo iniciado por la investigación de Ernst Pernicka, profesor de arqueometría de la Universidad de Tübingense, confirma plenamente que Troya fué una ciudad creada y poblada por individuos de raza ibérica. Sumeria también fué habitada y dirigida por individuos de origen mediterráneo (huesos finos, piernas largas, dolicocéfalos y mesocéfalos, etc) así lo confirman los restos encontrados por los arqueólogos.

(Nefertiti, de facciones claramente occidentales y piel bronceada)


Hay varias teorías sobre el origen de ambas etnias, lo que es evidente es que parten de un mismo punto ya que poseían una cultura extremadamente parecida, usaban alfabetos rúnicos (exceptuando a los egipcios), los mismos símbolos como la rueda solar o la esvástica y practicaban religiones de características similares en las que tan solo cambiaba el nombre de determinados dioses y el nivel de calidad de sus conocimientos, siendo los griegos, los que la conservaron con mayor pureza. La teoría más fiable, avalada por varios estudios genéticos asegura que los distintos pueblos europeos, tanto "indo-europeos" como proto-europeos (autóctonos de Europa) son descendientes del hombre de Cromagnon europeo, el cual era superior al hombre actual en todos los aspectos, físicamente más fuerte y con una capacidad craneal entorno a los 1600 cc frente a los 1400cc del humano moderno. Según Ribero Meneses que lleva estudiando el origen del hombre desde hace más de cuatro décadas, los ancestros de los íberos vinieron directamente de la Atlántida y poblaron primero la península ibérica, desde la cual más tarde colonizaron otros puntos de Europa y del Cercano Oriente. Esta involución de los cromañones según la leyenda atlante no se dió solamente por causas "evolutivas", sino principalmente por deficiencias en el desarrollo espiritual, que conllevó a la degeneración de la mente humana, fruto del olvido progresivo de la fe y tradición "atlante", causadas por una fuerte decadencia moral, teniendo que abandonar su patria después de un gran cataclismo.  (A partir de esta leyenda que guarda algunas similitudes con el Génesis, Tolkien que era católico devoto, creó la historia de Numenor, como representación ficticia de la Atlántida).
Afortunadamente nuestros ancestros pudieron conservar pequeñas reminiscencias de ese glorioso pasado cultural y espiritual, gracias sobretodo a los pueblos greco-latinos, para posteriormente mediante el cristianismo romano, seguir tal vez el camino de vuelta. Por esta razón de fondo los enemigos de Europa han atacado siempre con tanto odio al cristianismo y a su gran baluarte, la España Imperial, empleando todas sus fuerzas desde el siglo XVII para boicotear esa "vuelta" a los orígenes, (cosa que no han hecho ni hacen con otras religiones) guiados por una codicia y un egoísmo sin medida, llevándonos hacia el reinado del mal que impera ya sin apenas oposición desde mediados del siglo XX.



 Europa Ancestral.

Fuentes:

Eupedia.com
Genographic Project
Dienekes Anthropology Blog
Trilogía de la Atlántida de Ribero Meneses
Barcelona Zentropista
Wikipedia
La Eneida, de Virgilio
Historicodigital.com
Emperadores, dioses y héroes de la
mitología romana, de Kerry Usher