domingo, 29 de julio de 2018

La Atlántida y el origen de la humanidad (II)


XIII. La Atlántida, la Isla en la que nació la Humanidad

Un cuarto de siglo de investigaciones multidisciplinares, sumado a una concatenación de circunstancias afortunadas, le han permitido a Jorge Mª Ribero-Meneses llegar a identificar, en el mes de Marzo de 2008, el emplazamiento exacto de la celebérrima Isla Atlántida que, convencido siempre de su situación a orillas del Litoral Cantábrico, dicho investigador ha venido tratando de localizar desde que, el 19 de Abril de 1984, descubriera que tanto la Humanidad racional como la propia Civilización por ella creada, tuvieron su cuna en las Costas Cantábricas del Norte de la Península Hibérica.

Una vez establecidas, en los tres Tomos previos (VI, VII y XII), las premisas fundamentales de este asunto, este nuevo volumen profundiza en las circunstancias que determinaron la hecatombe que puso súbito fin a la civilización atlante y, con ella, a centenares de miles de años de historia, relativamente lineal, de nuestra especie, desarrollada a orillas del mar que, entre otros muchos nombres, ha respondido a los de Mar Occéana, Mar Occidental, Mar Ocre o Roja, Mar Griega, Mar de Bizkaya o Mar Cantábrica... De todo lo cual dan fe los ya cerca de un millón y medio de años de presencia humana documentada en la burgalesa Sierra de Atapuerca, con restos fósiles de los únicos individuos de esas Edades en los que se reconocen ya los muy peculiares rasgos faciales de los primeros homo sapiens de los que somos descendientes... y que brillan por su ausencia entre todos los homínidos asiáticos y africanos hasta ahora descubiertos, probándose con ello que la matriz de nuestra especie no podía hallarse demasiado alejada de aquellos Montes de Oca burgaleses en los que se encuentra Atapuerca y que nacieron a imagen y semejanza de los primitivos y genuinos Montes de Oca cantábricos.

Cuando hace alrededor de 11.000 años se precipita el desenlace de la última glaciación y el rápido ascenso de las aguas marinas en más de un centenar de metros provoca las consiguientes e inevitables alteraciones, de naturaleza tectónica, en las fachadas litorales, los fenómenos de índole sísmica y volcánica parecen haberse generalizado por doquier y muy particularmente en la abrupta Costa Cantábrica, especialmente vulnerable por su verticalidad y enorme altitud y por la violencia particular con la que se ve azotada por las aguas del Occéano. Aguas que marinos avezados, que han navegado por todos los mares de la Tierra, no dudan en incluir entre las más feroces y peligrosas del planeta.

¿Cómo es posible que todo un archipiélago como el configurado por las diez islas de la Atlántida se hunda, de la noche a la mañana, sin dejar rastro alguno, superficial, de su existencia? La respuesta a esta pregunta nos la brindan los historiadores antiguos, sin ser conscientes de ello, cuando nos dicen que las islas en cuestión se hallaban muy próximas al continente... Lo que permite deducir que, lejos de tratarse de islas de origen volcánico, surgidas en medio del Occéano como el archipiélago de Las Canarias, todas ellas tenían su cimiento en la Plataforma Continental, teniendo por ende una idiosincrasia más continental que propiamente insular. De donde se deduce que si la Atlántida formó parte de la Costa Cantábrica, de ello se infiere que todas sus islas se erguían sobre el borde de la estrechísima plataforma continental cantábrica, asomándose por consiguiente a los entre cinco y seis mil metros de los fondos abisales que acompañan, en todo su recorrido, a esa Plataforma Continental. Lo que sigue, es fácil de deducir... Cuando el rápido ascenso del nivel del Occéano hace en torno a doce mil años, desencadena una intensa actividad sísmica en la corteza terrestre, afectando de manera muy especial a la vulnerable Plataforma Cantábrica, ésta se quiebra en aquellos de sus tramos que, por la existencia de enormes y pesadísimas islas sobre ellos, resultaban más frágiles y más directa y violentamente afectados por esa subida del nivel del mar en torno a los 120 metros, produciéndose una fractura que, por afectar al punto exacto en el que hasta entonces se había desarrollado la historia de nuestra especie, iba a tener consecuencias catastróficas e irreversibles para la Humanidad.

En suma, que el archipiélago de la Atlántida no se hunde, propiamente, sino que se desgaja de la Plataforma Continental sobre la que se hallaba asentado y, resbalando por ella, se precipita con todos sus pobladores a los profundos fondos abisales cantábricos en los que todavía permanece... Tal es la razón, inédita, del hundimiento de la Atlántida, así como el porqué de que no haya quedado rastro ni vestigio alguno de aquel trágicamente malogrado Mundo Primigenio, sumergido e inédito a 5000 metros de profundidad desde hace doce milenios...
Aunque desconociera su localización, es a ese hasta hoy ignoto Mundo Primigenio al que se refirió Obrutchev con estas clarividentes palabras: De la Atlántida surgió la primera civilización del mundo, la cultura madre, y los supervivientes del gran cataclismo geológico fueron los responsables de llevar la antorcha de la sabiduría a todos los demás rincones del planeta. Si la Atlántida, en vez de estar configurada por un conjunto de Islas y por una estrecha franja litoral, hubiese sido un Continente desmesurado y, por ende, imposible de controlar y de dominar, ni el ser humano habría alcanzado el altísimo nivel intelectual que conquistó en ella ni, por consiguiente, habría llegado a ser la Cuna de la Civilización...

Es fácil deducir a qué niveles de devastación debió quedar reducida la Costa Cantábrica como consecuencia del gigantesco tsunami que el hundimiento del Archipiélago de la Atlántida hubo de producir, con olas de centenares de metros que arrasaron todo el Litoral hasta muchos kilómetros tierra adentro, provocando una terrible mortandad entre los pobladores de aquella Atlántida ya propiamente continental, cuyos supervivientes de la Cordillera Cantábrica estaban llamados a ser los que, como intuyera Obrutchev, llevaron la antorcha de la sabiduría a todos los rincones del planeta...


Jorge María Ribero Meneses


Para leer la primera parte de este artículo sobre la Atlantida, pinchar en el siguiente enlace:

La Atlántida y el origen de la humanidad, parte I