jueves, 10 de mayo de 2018

Caballeros medievales, y su equipo de combate



Dos caballeros con armadura completa se enfrentan a lomos de sus monturas

Los comienzos del caballero

Para entender la importancia de los hombres montados es necesario retroceder en el tiempo hasta el siglo VIII, época en la que el término «caballero» no era asociado todavía a noble. Y es que, aunque los jinetes habían existido como tal desde tiempos inmemoriales, fue durante ese tiempo cuando se generalizó en Europa el uso del estribo (una pieza en la que el jinete apoya el pie y le permite sujetarse sin manos a la silla de montar).
Aunque este elemento pueda parecer baladí, algo tan sencillo permitió a los caballeros cargarse de armaduras y armamento y convertirse en el auténtico terror de los soldados a pie. Esa sujeción fue perfeccionada posteriormente mediante diferentes elementos como sillas más profundas o arzones. «En los siglos IX y X estos progresos se extienden y favorecen el combate a caballo, con lanzas todavía cortas […] que se utilizan como venablos o armas de estocada», explican los historiadores especializados en la época medieval Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt en su obra «Diccionario razonado del Oriente Medieval».


Con el paso de los siglos, se perfeccionó la función del jinete mediante la creación de lanzas extremadamente largas (de unos cuatro a cinco metros) que el caballero usaba para atacar a sus enemigos mediante un método tan simple como efectivo. «El denominado “choque frontal” consistía en utilizar la lanza, que el jinete mantenía firmemente encajada bajo el brazo, en posición horizontal fija. Con este nuevo método la […] eficacia de la lanza ya no dependerá de la fuerza del brazo del guerrero, sino de la rapidez de su caballo. El jinete forma un bloque con su montura y ese “proyectil vivo” se aprovecha de todo el poder que le confiere el galope del caballo. La carga compacta de los caballeros […] adquiere una fuerza de penetración temible, capaz de desbaratar las líneas adversarias y de provocar el espanto», destacan los expertos.
La efectividad de estos «carros de combate» medievales (como son conocidos por múltiples historiadores) hacía que todos los mandameses de la época estuvieran ansiosos por contar con ellos. No obstante, era sumamente caro para los soldados poder mantener una montura y unas armas y armaduras como las que portaban los caballeros, por lo que esta práctica empezó a estar copada por las altas esferas de la sociedad de entonces, la nobleza.
Es quizá por eso por lo que ambos términos han llegado a la actualidad casi como sinónimos. Con todo, a día de hoy se desconoce por qué se acabó haciendo esta asociación entre ambos términos. «Ser caballero era algo mucho más importante que ser un simple soldado; un caballero debía personificar los principios de la caballería, debía ser un dechado de virtudes. El valor, la lealtad, la generosidad y la piedad eran sus principales vitales», explica Michael Prestwich en su obra.

Tipos de caballeros desde el comiendo de la Edad Media

Esta evolución provocó, a su vez, que nacieran varios tipos de caballeros medievales desde el siglo XII atendiendo a la finalidad que tuvieran a la hora de repartir bofetones entre sus enemigos. En primer lugar se destacaban los «caballeros cubiertos», un título que se otorgaba de forma hereditaria y que -además de ser representativo de la alta nobleza- implicaba una serie de privilegios como no tener que quitarse el yelmo ante el monarca.
Los segundos eran los que pertenecían a las órdenes militares, aquellos que decidían tomar las armas como una profesión y dedicaban su vida a ello. Estos se correspondían con grupos de jinetes que se unían bajo una orden estratificada y de carácter marcial. La más conocida fue la del Temple. «Obedecían a un maestre, seguían unas reglas y se comprometían a defender a los peregrinos por los caminos que llevaban a Jerusalén. […] Orden militar no es lo mismo que orden de caballería, las órdenes militares eran de corte religioso mientras que las de caballería estaban formadas por laicos.
Finalmente, el último tipo era el que estaba formado por los «caballeros andantes», los que vagaban por el mundo llevando a cabo buenas acciones de manera solitaria. «Inspirados por los ideales del amor cortés, ran siervos de una dama a quién debían fidelidad amorosa y a quién dirigían sus pensamientos más generosos y el mérito de sus hazañas. El caballero debía poseer virtudes propias y virtudes distintivas. Las propias eran la castidad, la generosidad, el sacrificio, la caridad..., aquellas virtudes que conformaban su personalidad y su espíritu», determinan Aurelio González y María Teresa Miaja en su obra «Introducción a la cultura medieval».

El equipo de un caballero de finales del siglo XIV

Debido a que al hablar de «caballero medieval» estamos haciendo referencia a un jinete que perduró durante más de cuatro siglos, es lógico pensar que su equipo fue evolucionando con el paso de los años. Sin embargo, las armas y armaduras más representativas de estos soldados son las que portaron a finales del siglo XIV y principios del XV. Y es que, son las más habituales en las películas.
Paños «menores»
Antes de ponerse la parafernalia defensiva, todo caballero que se preciara debía vestirse con una primera protección del cuerpo que se ubicaba encima del torso. Usualmente, todas estas prendas eran utilizadas para amortiguar los golpes y evitar que la armadura rozase directamente la piel.

1-Gambesón
El gambesón era un camisón de tela gruesa que evitaba que el frio metal pellizcase la piel de su portador. Solía estar fabricado de cuero, lana o lino. Estaba relleno de la parte más burda y barata de la lana o, si el portador contaba con unos buenos ahorros, de algodón. El más habitual era de grandes dimensiones que llegaba hasta las rodillas de manga larga, aunque también destacaban los de dos piezas o los de manga corta.
«A efectos prácticos era una colcha que amortiguaba los golpes que se daban sobre la armadura. Sin este elemento las placas rozarían la piel y serían sumamente molestas. Usualmente iban cosidas al gambesón varias piezas de cota de malla para evitar los golpes que se pudiera hacer a través de un hueco de la armadura», explica Gil Perujo a ABC.

2-Cofia
La cofia era la versión militar de la crespina, una prenda utilizada para proteger la parte superior de la cabeza. Era de tela y se fijaba a la cabeza mediante dos trozos de tiras de tela que se ataban en la parte inferior de la barbilla. «Estaba acolchada y servía para aislar el cuero cabelludo del roce del yelmo», explica el investigador y divulgador histórico Sebastián Roa en su obra «El Ejército de Dios».

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 Cofia
 
Armadura
La armadura del caballero del siglo XIV es uno de los elementos que ha hecho que esta época histórica haya perdurado en nuestras mentes. Y es que, además de ser espectacular, supuso una auténtica revolución que permitió a los jinetes ir cubiertos de arriba a abajo de metal. Una gran ventaja ante los arcos y las estocadas enemigas. Con ella, se puso fin así a los problemas que ofreció la cota de malla durante el siglo XIII (un camisón formado por múltiples anillas de metal que, aunque protegía de los cortes, se rompía fácilmente a las punzadas y los golpes). «A esa primitiva cota de malla se le fueron añadiendo piezas de metal hasta completar una armadura completa», completa el recreador.
Se caracterizaban porque estaban elaboradas por herreros de forma artesanal, pieza por pieza, y por ser sumamente caras. De hecho, no toda la población podía permitirse una. Así lo afirma Prestwich en su obra, donde hace un desglose de lo que un militar (que solía cobrar 2 chelines ingleses al día) debía pagar para hacerse con las diferentes piezas de la armadura. Así pues (y sabiendo que -en la actualidad- una libra es equivalente a 20 chelines) este soldado debía pagar 6 libras y 6 chelines por la silla de montar o 8 libras y 6 libras y 8 peniques por dos pares de guanteletes. 


Lo cierto es que el coste estaba justificado, pues en una buena parte de los casos la armadura era fabricada expresamente para el caballero y contaba con un aura de misticismo que la hacía todavía más valiosa. «Durante la Edad Media, el equipo del caballero gozó de una naturaleza sagrada […] La armadura pesada, esa apariencia de hombre de hierro, de cuerpo humano acorazado, será la que configure y diferencie su imagen. Esta sensación de invulnerabilidad psiquica y física producida por la armadura hizo del caballero medieval casi un semidiós. […] El tratamiento artístico […] aplicado para el armamento ceremonial […] convirtió las armaduras de placas medievales en verdaderas joyas de orfebrería con decoración y programa iconográfico generalmente épico».
 
La armadura completa que solían portar los caballeros pesaban habitualmente entre 25 y 30 kilos. Una cantidad que puede parecer extrema pero que, por el contrario, les permitía moverse con cierta libertad, subirse al caballo sin ayuda de nadie y, por descontado, les ofrecía más protección que las viejas cotas de malla.

1-Partes de la armaduras (de arriba a abajo)

A-Yelmo. La parte indispensable de toda armadura -y también la más cara debido a que su función era proteger la cabeza, una de las partes de mayor importancia del cuerpo- era el yelmo. Estos cascos sufrieron una considerable evolución desde el siglo XIII. Y es que, por entonces los caballeros portaban el denominado «gran yelmo», que se caracterizaba por ser tosco, con forma de cubo, y de una sola pieza.
«Era una enorme pieza de metal que descansaba sobre los hombros. […] Solía tener la parte superior plana, lo que facilitaba su fabricación», explica Prestwich. Su peso era tal que lo mejor era ponérselo únicamente cuando se fuera a combatir. A partir del siglo XIV el yelmo sufrió una gran evolución y se le añadió una «visera» que se podía abrir y cerrar (la cual protegía el rostro) y empezó a adquirir nuevas formas.
B-Coraza. Una pieza bastante revolucionaria en el siglo XIV. Se correspondía con la parte de la armadura que cubría el torso y en la que, además, se enganchaban algunos otros elementos. Estaba formada por:
b.1. Un peto que protegía la parte delantera del cuerpo.
b.2. Un espaldar que, como su propio nombre indica, salvaguardaba la espalda de los golpe de los enemigos.
b.3. Un faldón, una pieza utilizada para proteger la cintura.
b.4. Las escarcelas, dos piezas metálicas que, asidas al peto, servían para proteger las caderas. Solían llegar hasta medio muslo.


Armadura completa


C-La protección del brazo la otorgaban varios elementos. En primer lugar se destacaba la hombrera, una pieza que protegía el hombro y en la que se solía ubicar el escudo de armas. Bajo ella, el ristre servía para que el brazo no sufriera daños. A continuación se ubicaba el codal, ideado para proteger el codo y encargado de unir el ristre con la siguiente pieza, el brazal (que aseguraba el antebrazo). Finalmente, el guantelete era el encargado de proteger la mano.
D-Por su parte, la pierna del caballero era protegida en primer lugar por el quijote (para el muslo); la rodillera (para la rodilla); la greba (para la espinilla) y el escarpe (encargado se salvaguardar el pie).
En el siglo XIV, la armadura solía cubrirse finalmente con una túnica amplia. Con todo, esta prenda terminó pasando de moda.

Armas y defensas

1-Armas principales.
Desde que el «caballero medieval» comienza a dominar los campos de batalla de Europa, en su equipo se destacan dos armas principales. La primera fue la lanza, que comenzó teniendo una extensión de apenas dos metros pero que, con el paso de los años, llegó a contar con hasta cuatro y cinco. Solía portarse de forma vertical hasta que se entraba en batalla.
Cuando la lanza se rompía durante la carga, el caballero usaba la espada, un arma con la que, desde los comienzos del siglo XI, tenía una relación especial. Tal y como señalan Le Goff y Schmitt en su obra, estas fueron ganando en tamaño y en peso hasta el siglo XIV, cuando llegaron a medir hasta 1 metro 30. Dependiendo de su extensión eran portadas a dos manos o a una.

Curiosamente, no todos los jinetes sabían utilizarlas. «La esgrima la trabajaban aquellos que podían pagarse un maestro. Usualmente los que solían aprender técnicas determinadas eran los escuderos, que trabajaban a las órdenes de un caballero y, como tal, aprendían de él gratuitamente. El resto de los soldados no solían tener acceso a ello. En primer lugar porque no sabían leer y debían aprenderlo de alguien, en segundo, porque no tenían dinero», determina Gil Perujo.

2-Armas secundarias (usadas a pie y a caballo, a veces solo en los torneos)
-Hacha (corta y larga)



-Bracamante o bracamarte. «Era una mezcla entre espada y hacha para que, con la inercia que tomase, se hiciese una gran fuerza», determina el recreador histórico. Contaba con un filo y era abombada en su parte superior.
 

- Maza
 


3-Escudo.
Una pieza indispensable pero que, según fueron pasando los siglos, se fue haciendo más pequeña. En principio solían tener un tamaño considerable y su parte inferior estaba acabada en punta. Iba unido mediante unos correajes al brazo. «Había caballeros que se clavaban el escudo a la armadura para evitar que se moviese. Con todo, y a pesar de estar fijado, había que hacer cierta fuerza para que no se cayera», informa a ABC el recreador histórico y luchador de combate medieval Daniel de la Flor Sánchez.
«Los correajes eran enganchados mediante una hebilla o mediante el sistema de “lengua de serpiente” (en el que partían un trozo de cuero en dos, hacían dos agujeros y los unían mediante un nudo). Esta última era la opción barata. Los que tenían el dinero y podían comprar una pieza de metal usaban la primera», explica, en este caso, Gil Perujo. El escudo llevaba también un cierre en la mano para evitar que se abriese.




Fuente: ABC Cultura

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