viernes, 27 de abril de 2018

La ilustración

El movimiento cultural conocido como Ilustración, se dió en el siglo XVIII con la revolución francesa y la aparición del liberalismo. Al contrario de lo que se dice, no fue ni tan brillante ni estuvo tan a favor de la libertad como se suele decir, la Ilustración estuvo impulsada por la masonería y sus máximos representantes en realidad dejaban mucho que desear como intelectuales y como seres humanos.

sábado, 14 de abril de 2018

La mitología nórdica no es una alternativa al cristianismo, sino un complemento cultural.

Desde hace unas décadas parece que se intenta crear una pseudo-religión con la mitología nórdica sobretodo, en un intento de reavivar el paganismo nórdico, juntando cuatro ideas por aquí y cuatro símbolos por allá. Siendo en realidad una posición cultural más que religiosa, contraponiéndola al cristianismo desde un desconocimiento total sobre este último, motivado por la profunda descristianización de la sociedad y la imposición de lo posmoderno.

La mitología nórdica o clásica no es una alternativa como religión al catolicismo, ya que es mucho más simple e inferior doctrinalmente, sin una liturgia, ni rituales, tocando solo superficialmente el conocimiento espiritual, centrándose más en lo cultural como los mitos y algunas costumbres. Cualquiera puede comprar un libro sobre mitología nórdica y uno de introducción al cristianismo para comparar y darse cuenta de ello. 
La mitología nórdica al igual que la griega puede actuar parcialmente como complemento cultural del catolicismo y así es como ha sido a lo largo de nuestra historia. La Iglesia Católica desde los tiempos de la Roma Imperial ya se encargó de conservar todo lo pagano que consideraban válido, como la filosofía griega, la mitología o determinadas festividades y costumbres. El Obispo Newman, docto en mitología y filosofía afirmó: 
“La naturaleza es una parábola, la Escritura es una alegoría; la literatura pagana, la filosofía, y mitología, adecuadamente entendidas, eran una preparación para el Evangelio. Los poetas griegos y sabios eran en un sentido profetas".

El mito de Odin, cuando se crucifica en el árbol de la vida (copiado de la crucifixión de Cristo) o cuando da su ojo, a cambio del conocimiento de las runas y de la sabiduría espiritual, es un claro ejemplo de mito que casa con la doctrina católica, la cual afirma que mediante el sacrificio, mediante la vida dura, se consigue alcanzar un nivel espiritual superior, acercarse a Dios.
JRR Tokien, heredero de la fe de su tutor Francis Xavier Morgan, impregnó con su fe católica el Señor de los Anillos, adornándolo con elementos mitológicos, sobre este tema él mismo aseguraba que “La mitología es el eco divino de la verdad”. A su vez Newman, que fue profesor del tutor de Tolkien, decía que tanto la mitología como la filosofía pagana bien entendidas eran una preparación para el evangelio.

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  El Señor de los anillos, una obra maestra impregnada de Catolicismo, el anillo 
  representa la manzana del pecado original, Sauron a Lucifer, la Ciudad Blanca a la Roma cristiana, 
  Aragorn a Cristo Rey, Galadriel a la Virgen, y la aventura de Frodo, el camino de la iniciación cristiana.

Con otro tema como el Valhalla, es una muestra de que como religión era incompleta, ya que solo podían gozar de éste, los guerreros caídos en combate (no todos), la gente normal aunque fuese buena iba al inframundo, una especie de infierno pero más tranquilo, sin castigos, luego la gente mala iba a una parte del inframundo que era igual que el infierno. Los pueblos germanos solo tenían como vía para ir al cielo la muerte en combate, en cambio la religión católica, tiene la vía de la contemplación y de las buenas obras, así como la de la acción, que consistiría por ejemplo en morir luchando por una causa justa o como mártir, siendo por lo tanto muchísimo más completa y racional que las creencias nórdicas.


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Representación germánica de Cristo como un guerrero heroico que derrota a satanás (la serpiente).

Al ser el cristianismo muy superior en cuanto a doctrina, filosofía de vida y ritos (sacramentos), todos los pueblos germánicos se convirtieron masivamente a éste, y no fue solo por cuestiones políticas como los contrarios al cristianismo aducen, ya que en muchos casos éste cambio les trajo rebeliones y problemas muy graves, como a Recaredo o a varios reyes nórdicos como Harald Blatand o Olaf I de Noruega, otro caso muy interesante de conversión es el de Vladimir I de Kiev, el rey de origen vikingo que cristianizó Rusia. La razón principal fue por convicción propia en la gran mayoría de casos, con Recaredo en concreto además pesaba el hecho que el pueblo visigodo se estaba convirtiendo masivamente al catolicismo desde el arrianismo (ya habían dejado de ser paganos en el siglo IV, véase Ulfilas, el obispo godo que los cristianizó), además hubo casos concretos de conversión mística en algunos gobernantes vikingos como los antes citados Olaf I y Vladimir I.

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 Conversión de Recaredo I de España

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  Olaf I destruyendo un ídolo de Thor

Como conclusión, se puede asegurar con plena certeza que un cristiano puede ser un apasionado de la mitología, ya sea nórdica o greco-romana, ya que actúa como complemento de riqueza cultural y nunca realmente como una religión alternativa. Los que creen que la mitología nórdica hoy en día es una religión o algo parecido, lo hacen por puro desconocimiento sobre lo que es una religión.

Ya no entramos a valorar las creaciones artificiales neopaganas y new age que surgieron el siglo pasado, la mayoría de ellas de corte gnóstico (el gnosticismo es el pilar central de la doctrina masónica) e incluso con detalles abiértamente luciferinos-satánicos como la ariosofía, de origen cripto masónico. Esto lo haremos en otro artículo.



Europa Ancestral
Fuentes: 

"John Henry Newman: Una biografía", de Ian Ker.
"http://www.forumlibertas.com/hijos-de-la-misma-luz-el-cardenal-j-h-newman-y-j-r-r-tolkien/"
"https://lamazmorradelpoliedro.blogspot.com.es/2014/02/biografia-jrr-tolkien-el-senor-de-los.html"
Wikipedia "Cristianización de Escandinavia"
"Mitología nórdica" de Enrique Bernárdez 
"El Poder del anillo" de Stratford Caldecott

martes, 3 de abril de 2018

300 españoles en la batalla de Buda

Foto: La actual Budapest, testigo de esta batalla que ha caído en el olvido. (iStock) 


Tras sortear no pocas dificultades, hacia el año 1684, Europa lograría una gran alianza para combatir de forma decidida a los invasores turcos. El entero este llevaba bajo la dominación turca más de 200 años desde que en el año 1453 cayera Constantinopla causando enorme consternación. El temor radicaba en que los otomanos eran habituales de los zarpazos progresivos a la par que arrancaban vastos territorios en su deslizamiento hacia Occidente; incluyendo a su tierra madre Anatolia, incluyendo los territorios en Oriente Medio y la vieja Europa, ya abarcaban más de cinco millones de kilómetros cuadrados. Había que pasar a la acción…
En 1529, una coalición –quizás el primer euroejército de la historia–, infligió una severa derrota a un descomunal y sorprendido ejército turco, que en un opresivo y asfixiante asedio, estuvo a punto de hacer claudicar a los agotados defensores de la icónica Viena.

Tras años de retiradas y derrotas, hacia 1686, la alianza de los europeos de aquel tiempo enviaría tropas mercenarias y voluntarios hacia el este para contener las veleidades expansionistas de los otomanos; entre ellos, había un fuerte destacamento de oficiales y profesionales de la milicia de origen peninsular y con muchas tablas en las lides bélicas. Alrededor de 75.000 hombres de armas –ninguno bisoño en las lides de la guerra– procedentes de todos los rincones de Europa, se dirigían lentamente hacia Buda, el antiguo bastión romano a la sazón ocupado por los del turbante.
Buda, la parte antigua de Budapest, está situada en un estratégico promontorio a la derecha del Danubio en su discurrir hacia el Mar Negro. En la antigüedad, era el limes natural donde las últimas fortificaciones del Imperio Romano daban testimonio de civilización frente a la zona izquierda del río, tenebrosa y mortífera para quienes se atrevían a adentrarse en ella.
Pero para que se diera esta convergencia de circunstancias, hay que decir que el cabreo general de la Monarquía Hispánica respecto a los turcos venía de lejos. Ya entonces, el largo brazo de la Puerta Sublime había alterado totalmente el orden estratégico en el Mediterráneo y los piratas de la costa berberisca acosaban con una frecuencia inaceptable las costas del levante peninsular. Además, para mayor abundamiento, los moriscos de las Alpujarras, en su rebelión de 1568, habían causado una alarma inusitada en el flanco sur de Europa. Hasta que la reacción de la Santa Liga en Lepanto en 1571 puso las cosas en su sitio.
Más la presión turca no cesaría y su osadía iría a más. Todos los mercados de Oriente Medio se nutrían de esclavos capturados al este de Buda y Viena, el trasiego de mujeres era incesante en dirección a los burdeles de Estambul, Damasco y Oran, los niños que acababan en la guardia personal de jenízaros del sultán de turno tenían más suerte, la mano de obra capturada en las razias perecía exhausta de hambre y agotamiento en la profusa obra civil de la época… Había que parar esto.
Entonces, el emperador germánico y rey húngaro Leopoldo I de Habsburgo, por vía materna nieto de Felipe III de España, decidió coger su “fusíl”.

El 24 de junio, la guarnición turca antes las acometidas de los artilleros peninsulares se replegaría encerrándose en la ciudadela. La resistencia se suponía tremenda, pues hay que recordar que el sultán, por lo general, era muy generoso con sus soldados si estos triunfaban, pero en el recuerdo de las fuerzas turcas gravitaba todavía la ejecución sumaria de Kara Mustafá, el Gran Visir turco allá por el año 1683 tras la derrota en Viena ante fuerzas cristianas muy inferiores, y esto los asediados lo tenían muy en cuenta.
Un durísimo e inmisericorde bombardeo de 24 horas diarias durante un mes no ablandaría la resistencia turca pero si abriría un enorme boquete en las murallas de Buda que se iría agrandando paulatinamente hasta que sus dimensiones harían inevitable la entrada en tromba de las tropas de la coalición.
El 22 de julio, una lluvia de bombas incendiarias hizo estallar el polvorín turco causando una mortandad impresionante entre los jenízaros allá acantonados; en primera línea trescientos soldados de élite de la Monarquía Hispana, como fuerza de choque de referencia, aguardaban el brutal encontronazo.
El cambio de posición de la artillería sugerido por los maestres de campo españoles acabaría por arruinar las defensas turcas. En el tercer día de septiembre al amparo de una noche iluminada por múltiples incendios, se lanzaría el último asalto a la fortaleza de Buda que para entonces era un escenario dantesco donde el hedor de los miles de cadáveres abandonados a su suerte.
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Los primeros soldados en entrar fueron los españoles, que encabezaban el asalto debido a la buena fama y al renombre que tenían. En aquella época se daba enorme importancia al hecho de quiénes eran los primeros en entrar durante los crudos asaltos en el interior de cualquier fortificación. La fama y reputación de las gentes de los tercios durante el asedio a Buda no defraudaron.
Don Manuel Diego López de Zúñiga, el ‘Buen Duque’ y una pléyade de españoles –lo más granado del ejército imperial–, caerían por docenas, muertos o heridos, en aquel trágico asalto.

Esta batalla, una de las angulares de la historia de Europa y bastante desconocida, permitiría perfilar o esbozar los futuros límites geográficos del gran proyecto que es hoy. Ante el ímpetu de la ofensiva, el intocable antaño ejercito del este, tendría que recular en el año del Señor de 1699 tras firmar un oneroso tratado de paz en Karlowitz, en lo que hoy es la actual Serbia.
Con el tiempo, otros actores irían sustituyendo a la Monarquía Hispánica en el devenir de los siglos hasta configurar las actuales fronteras de este magno e inacabado proyecto de interpares. Para la historia quedaría este episodio olvidado de los trescientos. Hoy, los reivindicamos del olvido.