viernes, 5 de diciembre de 2025

Pedro de Alvarado: el conquistador irreductible

Pedro de Alvarado es uno de esos personajes que, por más que intenten reinterpretarlo con filtros "morales" actuales, sigue imponiéndose per se. No necesita maquillaje épico, su vida ya lo fue. Fue uno de los capitanes más eficaces y resolutivos de la conquista, un tipo rápido, decidido y con un liderazgo que no pedía explicaciones. Y, para qué negarlo, alguien cuya presencia generaba respeto inmediato.

Nació en Badajoz, en una España que acababa de culminar la Reconquista y que vivía marcada por la guerra. Ese ambiente forjó a muchos hombres de acción, y Alvarado fue uno de los más destacados. En América no tardó en hacerse notar. No solo por su capacidad militar, sino porque era de los que transmitían seguridad. Cortés, que no era precisamente ingenuo, confiaba en él para las misiones que requerían velocidad, dureza y resultados.

Pedro de Alvarado, el terror de los mexicas
 
Durante la campaña de México, Alvarado no fue un ayudante secundario, fue un pilar clave. Mientras Cortés se movía políticamente o coordinaba estrategias, Alvarado ejecutaba. Y ejecutaba bien. Su apodo de “Tonatiuh”, el Sol, dado por los mexicas, refleja bien el impacto que producía tanto en aliados como enemigos. 

En la serie “Hernán”, de Prime Video, pese a ser bastante buena, trataron de pintarlo como un personaje temerario, casi un radical sin freno. Pero incluso así, la fuerza del personaje se impone. Alvarado sigue transmitiendo carisma en pantalla. Aunque intenten subrayar sus excesos, lo que realmente se ve es un hombre decidido, directo y con una energía que destaca por encima del resto.

El episodio de la Noche Triste suele usarse para criticarlo. Se pueden discutir decisiones, pero lo que no se puede negar es que mantuvo la sangre fría y que, después de aquello, siguió cumpliendo su papel sin hundirse ni buscar excusas.

A lo largo de su trayectoria, Alvarado compartió con Cortés no solo campañas, sino también las tensiones con la Corona y con los funcionarios enviados a vigilarlos. Ambos eran hombres de acción, y eso irritaba profundamente a esa casta de administradores grises —también los había en esa épocaque viven de poner trabas y de vigilar a los que demuestran ser audaces. No es casual que, en distintos momentos, los dos terminaran bajo investigaciones, detenciones temporales y maniobras políticas de esos gestores mediocres y de coraje escaso, empeñados en limitar a quienes les recordaban su propia insignificancia.

Más tarde, su conquista de Guatemala mostró otra vez lo mismo: determinación, rapidez y una voluntad férrea. No era un hombre para la política ni para los despachos. Su terreno era la acción. Y murió como vivió, en campaña, montando a caballo y moviéndose de un frente a otro.

Pedro de Alvarado fue un conquistador en el sentido más literal. Y por eso sigue llamando la atención hoy: porque representa una forma de estar en el mundo que ya casi no existe, y que por más que se intente reinterpretar, mantiene intacta su fuerza.

sábado, 29 de noviembre de 2025

El reino de la cantidad

En el mundo posmoderno el hombre solo busca la cantidad, en muy raras ocasiones busca la calidad, y esto se puede observar en casi todos los ámbitos de la vida.

El hombre desarraigado tiene como objetivo... ganar más, poseer más y durante más tiempo, comprar más, tener un coche cada vez más grande, una casa más grande, un trabajo de mayor estatus o un móvil más caro: siempre necesita aumentar lo que tiene, y si tiene algo, lo quiere más grande, más potente, más lo que sea.

Este es el reino de la cantidad frente a la calidad. Un reino donde solo importa el número, las apariencias. Muchos, de hecho, sacrifican su honor, su dignidad, y se arrastran como gusanos, por ganar más dinero, por tener más poder, por ascender en la empresa, por estar con más mujeres, o en el caso de los poco agraciados, por mantener una relación medio muerta con una novia o "pareja" —ni siquiera se casan— aún sabiendo perfectamente que la cosa va a acabar mal. Porque como decimos, no importa la paz interior, ni la verdadera libertad, ni la dignidad, y mucho menos la autenticidad. Lo único que importa es el qué dirán, las apariencias... ostentar, tener, poseer, acumular... porque ese es el lastimoso baremo del éxito en nuestra sociedad, al cual se acoge desesperadamente la gente vulgar.

El mundo tradicional siempre se decantó por la calidad.

Y esta obsesión del mundo moderno y posmoderno por lo material se debe en última instancia al rechazo de lo espiritual, de lo que no se ve, de lo que no se toca, porque los últimos dos siglos han vaciado, idiotizado y animalizado al hombre y a la mujer. Al rechazar lo espiritual, el ser humano se centró únicamente en lo material, eliminando una parte esencial de si mismo. Y así van la inmensa mayoría: perdidos, idiotizados, deprimidos pese a no tener ningún problema grave, sin rumbo alguno más allá de intentar ganar más dinero, de pasarlo bien, de conseguir más validación ajena, o simplemente de sobrevivir lo más cómodamente posible aunque esto suponga morir en vida.

Esta es nuestra era, la era de la mediocridad absoluta... pero no hay que bajar los brazos, puesto que ya se ven claros indicios de que este desolador paradigma está empezando a desquebrajarse: estamos ante el comienzo del fin del mundo posmoderno, de este mundo enfermo y corrupto en el que solo está a gusto el que nada vale.

viernes, 21 de noviembre de 2025

José Antonio, ¡Presente!

20 de noviembre. Recordamos a José Antonio Primo de Rivera, asesinado por los infames y diabólicos rojos en plena orgía de odio y violencia en 1936. Podrán falsificar la historia, pero no borrar la dignidad de un hombre que murió entregando su vida por los demás.


José Antonio Primo de Rivera (Azaña, Prieto, Durruti) | Famosos


Imagen

José Antonio Primo de Rivera en el patio de la cárcel Modelo de Madrid,  con... - Archivo ABC
Jose Antonio como preso político en 
el patio de la Modelo de Madrid.


 
En esta mesa, escribió José Antonio sus últimas palabras: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el pan y la Justicia”.

Hoy, su figura vuelve a ser defendida por muchos jóvenes con criterio propio, que, hartos de lo políticamente correcto, y asqueados del lavado de cerebro progre que se aplica en institutos y universidades desde hace décadas, vuelven a las raíces de lo que es ser español, vuelven a defender el bien, la verdad, y la belleza.

domingo, 16 de noviembre de 2025

La tradición esotérica: gnosis antropocéntrica y humanismo prometeico

Desde hace siglos, el hombre occidental libra una guerra silenciosa: no contra el mal, sino contra Dios.
De esa rebelión nace la gnosis antropocéntrica, esta es la espiritualidad que nos propone el mundo moderno.
Ya no se espera la salvación desde lo alto, y el hombre se proclama su propio redentor.
No hay gracia, no hay cruz, no hay misterio; solo autoiluminación, individualismo y soberbia.

Esta gnosis moderna no nació en templos, sino en cafés y logias. Su dogma esencial es claro: “tú eres dios, solo tienes que recordarlo.”
Pero la gnosis moderna no fue uniforme, adoptó distintas formas.

La masonería —con su gnosis racionalista y progresista—, los rosacruces, las sectas herméticas y hasta los cátaros, bebieron de este veneno: la exaltación del hombre como fuente de luz y medida de toda verdad, ya sea por la razón, el rito o la energía cósmica.
Todos ellos visten distinto, pero adoran la misma idea: el hombre que evoluciona hasta convertirse en dios. Unos lo llaman iluminación, otros iniciación, o evolución espiritual. El nombre cambia, la esencia no: autosuficiencia espiritual, el hombre en lo más alto, sustituyendo a Dios.

Guénon quiso alcanzarla disolviendo al hombre en el Uno impersonal, en el Todo, a través de una vía iniciática, como los herméticos o los neoplatónicos. Guénon diagnosticó la enfermedad, pero no su remedio —una iniciación esotérica, reservada a unos pocos, basada en el hinduísmo Advainta Vedanta, pero también en conocimientos neoplatónicos y cabalísticos—, y menos aún su origen: no fue fruto del olvido de una "tradición primordial", sino la caída del hombre ante la serpiente antigua.
Evola quiso conquistar lo divino por la fuerza, erigiéndose en un dios solar, con fachada paganizante, como los mitraicos o el tantrismo esotérico. La gnosis de évola, posee, sin duda, un mayor grado de soberbia que la de Guenon y sus homólogos. Ambos compartieron el mismo error: creer que el cielo puede tomarse por asalto, sin la mediación de ningún dios, erigiéndose uno mismo en principio divino.

Luego vino la gnosis ocultista, la más cruda, la de Crowley y sus discípulos. Esta sirve abiertamente a Lucifer, glorificando la voluntad, el placer y el dominio espiritual centrado en el ego, como caminos de divinización.
Además tenemos la gnosis teosófica de Blavatsky, que acabaría popularizándose con la Nueva Era. Es una versión edulcorada de la anterior: con ropajes orientales, pero con la misma soberbia disfrazada de “sabiduría universal” y falsa luz interior.
Entre ambos aparece Miguel Serrano, un "nazi" esotérico que mezcló mitología aria, luciferismo y fantasías pseudo-metafísicas. Su “hitlerismo esotérico” convertía a Lucifer en portador de una supuesta luz hiperbórea —manipulando el mito griego con las invenciones de Blavatsky— y al Führer en un avatar cósmico, llevando el delirio gnóstico al extremo. Aún hoy en día, hay frikis lunáticos que defienden estas creencias.


File:Ouroboros.jpg - Wikimedia Commons 

Ouroboros: símbolo del eterno retorno cósmico, adoptado por esotéricos de todo pelaje.

 

Del endiosamiento del hombre surge el humanismo prometeico: el proyecto civilizatorio del hombre que roba el fuego a los dioses y pretende gobernar la creación sin rendir cuentas a nadie.
Su resultado está a la vista: técnica sin alma, poder sin sabiduría, espiritualidad sin redención. El mundo moderno —y también el posmoderno— es el templo de esa religión: la del ego disfrazado de espiritualidad.

Frente a ese delirio, solo hay una respuesta: recordar que el hombre no se salva por enaltecerse, sino por arrodillarse ante Dios. Rechazar la soberbia espiritual y abrazar la humildad.
Como decían en el Club de la Lucha: sois la mierda cantante y danzante del mundo. Y aunque suene exagerado, esto es mucho más respetable, que no creerse un falso dios rebozado en su propia autocomplacencia. No hay nada más patético.
Toda creencia moderna cae en este error fatal, desde el ateísmo, hasta la nueva era más pueril, pasando por el esoterismo pedante de Evola o de la masonería.

Al final toda espiritualidad que no venga de Cristo conduce a las tinieblas en mayor o menor medida, o en el mejor de los casos —como podría ser el de Guénon—, a una posición parecida a la de ciertos filósofos grecorromanos de la antigüedad, posición respetable, pero sin duda incompleta y superada por la revelación cristiana
Y es que por algo el católico siempre ha tenido claro que solo hay una religión verdadera... El relativismo religioso, y lo de pretender llegar a lo divino a través de cualquier religión, o por una mezcla de todas ellas... se lo dejamos a los de la escuadra y el compás.


Hilos relacionados:

La incompatibilidad entre Julius Evola, la tradición primordial y el Catolicismo

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Protestantismo y Catolicismo: Diferencias clave

La mayoría de la gente apenas sabe qué es el protestantismo, y muchos, aunque reconocen que es distinto del catolicismo, desconocen en qué se diferencian realmente. Por eso vale la pena hacer un breve repaso de las principales diferencias entre ambas doctrinas. Algunas de ellas resultan desconocidas incluso para católicos con cierta formación —a los protestantes ni los mencionamos, ya que suelen tener unos conocimientos pésimos sobre catolicismo—. Entre estas diferencias hay un punto moral clave (que veremos subrayado) en el que algunos católicos actuales, sin darse cuenta, piensan de forma protestante. Veamos cuáles son esas diferencias y su fundamento.

El protestantismo, se inició con la rebelión religiosa de Lutero a principios del siglo XVI. Lutero, a grandes rasgos, no solo criticaba la cuestión de las indulgencias, las cuales consistían en la remisión de la pena temporal (Purgatorio) a cambio de una donación. Es decir, los pecados, como ahora, eran perdonados mediante el sacramento de la penitencia, pero la pena temporal, la que se paga en el purgatorio, sigue estando ahí, y con las indulgencias de tipo económico —había otras también, como ayunar, rezar o peregrinar—  podía borrarse ese tiempo de condena. Era, en definitiva, era un tipo de indulgencia más, que a su vez, servía a reyes y nobles para congraciarse con el Pontífice y servían por lo general para financiar proyectos arquitectónicos en Roma, o para obras piadosas, como colegios y hospitales.
 

Las bodas de 'oro viejo' de Lutero y Catalina de Bora, la 'power couple'  que cambió 
Lutero y su novia.

Pero como insinuábamos, esto era solo una excusa, la parte propagandística, con la que Lutero quería ganarse sobre todo a los nobles alemanes, manipulando el significado real de este tipo de indulgencias, presentándolo como una especie de chantaje o extorsión por parte de Roma. Una vez que ya hemos descrito la parte propagandística de esa "reforma" fomentada por Lutero, vayamos al tuétano de los cambios que pedía realmente el monje alemán:

La Sola Scriptura, Lutero sostenía que la única autoridad en materia de fe era la Biblia, no el Papa, ni la Tradición, ni los concilios. Cada creyente podía interpretarla libremente libre examen—, sin mediación sacerdotal, y esto condujo de raíz hacia el relativismo religioso, puesto que cada uno interpretaba lo que le parecía, o lo que más le convenía, como fue el caso del propio Lutero, que se agarró a este concepto para justificar el hecho de casarse con una monja pese a haber hecho voto de celibato. Lógicamente, el concepto de Sola Scriptura abría la puerta a miles de interpretaciones personales (de ahí la proliferación de cientos de sectas protestantes, como los testigos de jehova, los metodistas, los mormones, etc).

La Sola Fide, el segundo dogma clave: el hombre se salva solo por la fe en Cristo, no por sus obras, ni por los sacramentos, ni por méritos personales. Según Lutero, el ser humano es totalmente corrupto y no puede cooperar con la gracia; solo puede "creer" y Dios lo declara justo por pura misericordia.

Esto destruía el concepto católico de la cooperación entre fe y obras, y daba alas al fatalismo moral, ya que, si no somos capaces de evitar hacer el mal, ni de lograr absolutamente ninguna mejora personal por nosotros mismos, tampoco somos culpables de nuestros pecados... somos incapaces de hacerlo mejor; con lo cual, no hemos de esforzarnos por no pecar, puesto que ya estamos salvados por Cristo por el mero hecho de creer en él... y qué cojones, si ya estamos salvados, hagamos pues lo que nos apetezca —decían—.

La influencia de los puritanos en los Estados Unidos de hoy – Conversacion  sobre Historia
Protestantes puritanos de postureo en Estados Unidos, siglo XVII.


Estos fueron realmente los pilares de la mal llamada "reforma protestante" y no la chorrada de las indulgencias, que aún hoy en día escupe el sudamericano protestante de turno para atacar —sin éxito alguno y de una forma totalmente anacrónica— al catolicismo. De estos cambios fundamentales se derivaron los siguientes:

Abolición de la eucaristía: Negó la presencia real de Cristo en la eucaristía, la misa dejó de ser un sacrificio solemne ofrecido a Dios con todo lo que ello implica, pasando a ser una simple “cena conmemorativa”.

viernes, 7 de noviembre de 2025

Tirant lo Blanc




Tirant lo Blanc (Tirante el Blanco) (1490) es la gran novela de caballería cristiana de la Corona de Aragón (Valencia), donde el heroísmo se mezcla con el realismo, el amor, la fe y la estrategia. Su protagonista encarna el ideal del caballero cristiano, valiente en la guerra y humano en sus pasiones. 
Cervantes lo menciona en el Quijote, y se refiere a él "como el mejor libro del mundo". 
Si podéis leerlo en su lengua original (catalán/valenciano antiguo), haceros con una edición que NO esté adaptada al catalán moderno. Es infinitamente mejor en catalán medieval, ya que es mucho más auténtico y viril. También se puede encontrar en castellano antiguo.